tag:blogger.com,1999:blog-2927557250627117462024-02-19T09:08:02.733-08:00Cavilaciones de un cascarrabiasUlises Granadoshttp://www.blogger.com/profile/11406598905807678324noreply@blogger.comBlogger23125tag:blogger.com,1999:blog-292755725062711746.post-45986343294481666512011-09-06T03:03:00.001-07:002011-09-06T03:05:47.868-07:00Los pollos<p class="MsoNormal" align="center" style="text-align: justify;line-height: 200%; "></p><p class="MsoNormal" align="center" style="text-align: justify;line-height: 200%; "></p><p class="MsoNormal" align="center" style="text-align: justify;line-height: 200%; "></p><p class="MsoNormal" align="center" style="text-align: justify;line-height: 200%; "></p><p class="MsoNormal" align="center" style="text-align:center;line-height:200%"><span ><br /></span></p> <p class="MsoNormal" style="line-height: 200%; "><span style="font-size:12.0pt;line-height:200%;font-family:"Times New Roman","serif"">Miran desde la sombra, esperando el momento justo para cometer el más vil de los crímenes posibles: la sublevación. Pero, sin saberlo, nos hemos salvado de cualquier muestra de rebeldía por su parte, estandarizando la extensión de su vida y el peso de sus cuerpos. Miran desde la sombra porque en ella habitan y no conocen otro modo. Si llegara el día en que les fuera dado conocer el mundo fuera de las jaulas y criaderos que limitan la superficie de su vida, las grandes concurrencias de estos tiernos animales se tornarían en encuentros violentos, de los que sacaríamos la peor parte. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt; line-height: 200%; "><span style="font-size:12.0pt;line-height:200%;font-family:"Times New Roman","serif"">El pollo en libertad, suponen los criadores, podría reproducirse en proporciones bíblicas, pero llegarían a erigir sólo unas pocas civilizaciones desperdigadas y primitivas, debido a que la especie parece desprovista de la facultad del entendimiento mutuo. <o:p></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-indent: 35.4pt; line-height: 200%; "><span style="font-size:12.0pt;line-height:200%;font-family:"Times New Roman","serif"">A la fecha, es cierto, nadie ha muerto debido al cúmulo inconmensurable de sus picotazos suaves, pero también es verdad que son apenas unos críos cuando alcanzan el punto justo para librarse de todo mal y caer servicialmente sobre nuestros platos. <o:p></o:p></span></p><p></p><p></p><p></p><p></p>Ulises Granadoshttp://www.blogger.com/profile/11406598905807678324noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-292755725062711746.post-6403613311883078312011-08-27T18:27:00.000-07:002011-08-27T18:30:09.896-07:00Sombras chinescas<p class="MsoNormal" align="center" style="text-align:center;line-height:200%"><span style="line-height: 200%; "><span >i<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" align="center" style="text-align:center;line-height:200%"><span style="line-height: 200%; "><o:p><span > </span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:200%"><span style="line-height: 200%; "><span >A los seis años sostuve mi primera plática con mi sombra. Estaba proyectada sobre la pared de uno de los salones de la primaria en el que me había quedado durante el receso. Era casi del mismo tamaño que yo, salvo por las piernas largas y flacas que nacían de la suela de mis zapatos y avanzaban hasta la pared para erguirse en una silueta idéntica a mi cuerpo. Ahora que lo pienso, no me parece tan extraño que las demás sombras en la habitación se mantuvieran a ras de piso, proyectadas por esa luz alta del sol de la mañana y la mía estuviera de pie, contra la pared, respondiéndome.<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:200%"><span style="line-height: 200%; "><span > —Hola —y:<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:200%"><span style="line-height: 200%; "><span > —Hola —regresaba el eco de su voz.<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:200%"><span style="line-height: 200%; "><span > En realidad hablábamos poco; se nos iba el tiempo en juegos más simples que las pláticas. Por ejemplo, yo levantaba mis juguetes y mi sombra levantaba las sombras de los juguetes; un camión escolar avanzaba sobre mi brazo camino a mi cabeza y, en la pared, otro se desplazaba a la misma velocidad. Conversamos un par de veces más a lo largo de mi primer año en aquella escuela, siempre bajo las mismas circunstancias: a solas, por la mañana, encerrados. Y cada una de las veces que nos encontramos se limitaba a repetir lo que yo decía, tal vez porque le daba pena hacerse de una voz propia siendo tan joven. Pero conforme nos encontrábamos con mayor frecuencia, más se soltaba a gritar frases propias, largas y sin sentido, similares a las mías, emitiendo un balbuceo difícil de entender pero articulado que años después se convertiría en su propia expresión.<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt;line-height: 200%"><span style="line-height: 200%; "><span >Para mi duodécimo cumpleaños decidí olvidarme de esos encuentros. Eran tan frecuentes que comencé a sospechar que me refugiaba en ellos para ocultarme de algo más, de alguna cosa que me amenazara en el mundo fuera de los salones. De otra locura, tal vez. Llegué a pensar que cualquier otra actividad que llevara a cabo con tal de no sentirme como un desquiciado en medio de mi familia y, sobre todo, en medio de mis amigos, me haría llevar la fiesta en paz conmigo, así que dejé de frecuentarla, de buscar más charlas con ella, incluso dejé de mirar al piso en cuanto la notaba. Y mi sombra no opuso resistencia alguna, al contrario, se alejó bastante al notar mi indiferencia, haciéndose cada vez más larga conforme yo crecía. <o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt;line-height: 200%"><span style="line-height: 200%; "><span >Ya durante la secundaria me hice de otros amigos y terminé por comportarme como ellos en cierto modo. Conocí a Minerva. Era pelirroja y delgada, de un sexo francamente desbocado por alguna razón que no conocíamos antes de aceptarlo. Y lo recibimos sin hacer preguntas, conforme decidiera entregarlo. No fui el primero en verla desnuda ni el primero en tener relaciones con ella. La besé con indicaciones y referencias, con la memoria, con la confianza de saber que una mordida suave en los pezones haría que me apretara contra su cuerpo. Esa primera vez nos besamos sobre el único sillón de su sala, con las lámparas apagadas pero con la luz de la televisión detrás de mí, proyectando mi sombra sobre ella. No había notado todos los cambios que había sufrido mi sombra desde que dejé de buscarla en las paredes de aquel salón del sexto grado, por lo que la noté demasiado diferente, tanto como para desconfiar de ella. No sabría explicarlo mejor, pero me daba la impresión de que mi propia sombra me había estado dando la espalda desde que decidí apartarme de ella. En un principio desconfié al mirarla tan dócil, aunque siguió mis movimientos con naturalidad: cuando mordía los pequeños senos de Minerva, mi sombra se movía debajo de mí, procurando hacer lo mismo que yo; mi mano se desplazaba desde los senos hacía los hombros, buscando su cabello, y las sombras jugaban a lo mismo. Pero enseguida los movimientos de mi sombra comenzaron a ser más bruscos, y su silueta se hizo ridículamente más grande. Enseguida comenzó a ganar volumen, a levantarse mientras Minerva cerraba los ojos y me besaba y en un instante logró erguirse totalmente entre nosotros, me desplazó hacía atrás hasta derribarme y tomó mi lugar. A pesar del ruido de mi caída, Minerva no percibió el cambio, así que continuó besándola, acariciándola, creyendo que se trataba de mí; le tomó la nuca, la acercó hasta abrazarla para recargar la cabeza en su hombro y, entonces, me vio tirado en el piso. Me quedé inmóvil, observándolos, mientras mi sombra exhalaba con fuerza sobre su cuello y Minerva buscaba su oreja con los dientes. Apagué la televisión esperando que mi sombra se perdiera en la oscuridad de la habitación y salí de la casa sin decir nada, llevándomela contra su voluntad.<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt;line-height: 200%"><span style="line-height: 200%; "><span >En cuanto llegué a casa me encerré en mi habitación y apagué la luz para no verla hasta el día siguiente. Sentí que mi sombra me observaba con desprecio desde la oscuridad y, aunque supuse que no respondería, le hablé como si hablara conmigo. Cometí el error de dar por hecho que me había comprendido o que habíamos llegado a un acuerdo cuando le dije:<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt;line-height: 200%"><span style="line-height: 200%; "><span >—Prométeme que no vas a comportarte así otra vez.<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt;line-height: 200%"><span style="line-height: 200%; "><span >Y ella respondió:<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt;line-height: 200%"><span style="line-height: 200%; "><span >—Prométeme que no vas a comportarte así otra vez.<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt;line-height: 200%"><span style="line-height: 200%; "><span >Los siguientes días procuré evitar a Minerva para guardarme una explicación que de cualquier forma no creería. También quise evitar la pena de ver a mis amigos, suponiendo que se hubieran enterado bajo qué circunstancias salí corriendo de casa de Minerva. No iba a poder explicar que mi sombra había menguado lentamente durante las siguientes horas hasta convertirse de nuevo en un objeto bidimensional y obediente, que yo no estaba satisfecho con su conducta y que nunca antes se había comportado así porque yo, habiendo previsto su posible desobediencia, dejé en claro quién era la proyección de quién. <o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt;line-height: 200%"><span style="line-height: 200%; "><span >Minerva y yo dejamos de vernos algunos años después. Así, mi sombra y yo pudimos dejar atrás aquel incidente a pesar de algunas disconformidades y fuertes discusiones. Ella continuaba alterándose con mucha facilidad en cada ocasión que se le presentaba, restregándose en cada mujer con la que tenía relaciones, intentando sustituirme como aquella vez con Minerva, desesperándome, hasta que años más tarde decidí dejar atrás todo y llevarme conmigo a mi sombra a otro lugar, lejos. <o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" align="center" style="text-align:center;text-indent:35.4pt; line-height:200%"><span style="line-height: 200%; "><o:p><span > </span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" align="center" style="text-align:center;text-indent:35.4pt; line-height:200%"><span style="line-height: 200%; "><span >ii<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:200%"><span style="line-height: 200%; "><o:p><span > </span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:200%"><span style="line-height: 200%; "><span >El nuevo departamento estaba completamente desamueblado, salvo por una silla plegable dentro de uno de los cuartos. Quienquiera que haya vivido antes en aquel lugar, la había dejado mirando hacia la ventana y —según me dijeron— el piso llevaba desocupado varios meses; se notaba en la cantidad de polvo sobre el asiento maltratado. Me senté frente a la ventana a esperar la noche, con la luz eléctrica iluminando por dentro la habitación, y a pensar en cómo podría organizar todas mis cosas en aquel espacio. Mi sombra, por su parte, y como hacía mucho tiempo no la notaba, se había proyectado sobre una de las paredes, a pesar de que la luz estaba sobre nosotros, tal vez para mirar la noche conmigo. Pero su actitud había cambiado mucho en estos años, más que acompañarme parecía estar siempre obligada a permanecer en el mismo lugar conmigo. De pie, allí, sobre la pared, parecía nerviosa, moviendo sus piernas y llevándose las manos a la cabeza con mucha frecuencia. Aun así me tomó por sorpresa ver que en lugar de mantenerse quieta sobre el muro comenzó a dar vueltas por todo el lugar agitadamente, emitiendo una especie de alaridos roncos y desesperados, y en pocos segundos ya había escalado por la pared hasta el alféizar de la ventana para salir a la calle anochecida. Sólo permanecían sus piernas dentro de la habitación. <o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt;line-height: 200%"><span style="line-height: 200%; "><span >—¡Espera, espera! ¿Qué haces? —le pregunté alzando la voz mientras me acercaba a la ventana y sacaba el cuerpo para buscarla— ¡Hey, hey! ¿A dónde vas? —pero no pude ver nada, debido a lo espeso de la oscuridad. Metí de nuevo el cuerpo y cerré la ventana, preocupado por su indiferencia, sin saber si había ido a la noche para alejarse de mí y, en cuanto sonó el golpe de la ventana al cerrarse, escuché un grito que venía desde afuera, seguido de un escandaloso golpe sobre la banqueta. <o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt;line-height: 200%"><span style="line-height: 200%; "><span >Abrí de nuevo la ventana y saqué la cabeza esperando encontrar a alguien herido tirado justo en la entrada del edificio, pero no encontré nada. Estuve a punto de perder la cabeza cuando, después de entrar y cerrar la ventana por segunda vez, noté que mi cuerpo sólo proyectaba la sombra hasta la altura de mis rodillas. Salí enseguida a buscar la otra parte en la calle. Cuando caí en cuenta de que llevaba alrededor de una hora buscándola, me temblaban las manos y ya había perdido el aliento de tanto ir y venir, y a pesar de ello, di un par de vueltas más de arriba abajo de la calle, pero fue inútil: con la oscuridad apenas podía notar las sombras de los postes del alumbrado público descompuesto. Grité algunas veces sin saber cómo llamarla, apenas se me ocurría preguntarle:<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt;line-height: 200%"><span style="line-height: 200%; "><span >—¿Dónde estás?<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt;line-height: 200%"><span style="line-height: 200%; "><span >O pedirle:<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt;line-height: 200%"><span style="line-height: 200%; "><span >—No te vayas, por favor, no te vayas.<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:200%"><span style="line-height: 200%; "><span > Cuando volví a casa, el departamento estaba más frío y espacioso, y la oscuridad se notaba más callada que de costumbre. Fue terrible saber que, de pronto, me hallaba verdaderamente solo y que probablemente mi sombra, bidimensional como era, no tendría manera de valerse por sí misma en esta ciudad que le era completamente extraña, si es que había podido levantarse después de semejante golpe.<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:200%"><span style="line-height: 200%; "><span > Durante varios meses me preocupó no saber cómo ocultar que ahora me faltaba gran parte de ella: procuré que la luz dentro de las habitaciones me diera siempre desde arriba; viví de noche con el afán de ocultar su ausencia. Evitaba las mañanas debido al temor que me daba exponerme así frente a todos. Me sentía ridículo andando por la calle con ese intento de sombra siguiéndome sólo la mitad de las piernas. Pero con el tiempo dejé de buscarla y dejé de ocultarme, porque sabía que de estar viva no necesitaría de mí y, en el mejor de los casos, ya habría encontrado alguna manera de cuidarse a sí misma. Por la noche, cuando esperaba que el cansancio me durmiera y no había más ruido dentro del cuarto que el de mi propia respiración, procuraba revisar entre las cobijas y sobre los muros, en caso de que, oculta entre la oscuridad, mi sombra me estuviera mirando.<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:200%"><span style="line-height: 200%; "><o:p><span > </span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" align="center" style="text-align:center;line-height:200%"><span style="line-height: 200%; "><span >iii<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" align="center" style="text-align:center;line-height:200%"><span style="line-height: 200%; "><o:p><span > </span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:200%"><span style="line-height: 200%; "><span >Volví a encontrarla, casi accidentalmente, a pocas cuadras de mi departamento algunos años después. Estaba recostada sobre el muro de una primaria, rodeada por todos los padres que habían ido a recoger a sus hijos. Ninguno de ellos estaba molesto, al contrario, las risas de niños y adultos, acompañadas de los aplausos de todos ellos, podía escucharse desde lejos. A decir verdad, cuando me acerqué, no sabía que me encontraría con ella, por lo que me extrañó verla así, sobre todo porque a mí nunca me habían gustado los niños ni el ambiente alrededor de ellos. Tampoco contaba con verla entreteniendo a la gente con un espectáculo de sombras chinescas tan mediocre: pasó la mayor parte de su rutina ladrando mientras hacía la figura de un perro con las manos; el demás tiempo lo gastó en adivinar cómo hacer la silueta de una mariposa. <o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:200%"><span style="line-height: 200%; "><span > Cuando terminó, esperé a que se dispersara la gente para acercarme. Saludarla y platicar sobre lo que nos había pasado era lo menos que podía hacer después de todo. <o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:200%"><span style="line-height: 200%; "><span > —Hola.<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt;line-height: 200%"><span style="line-height: 200%; "><span >—Hola.<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt;line-height: 200%"><span style="line-height: 200%; "><span >No había cambiado en lo más mínimo. <o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt;line-height: 200%"><span style="line-height: 200%; "><span >Me acerqué para tomarla del brazo, pensando que se arrastraría por la calle a falta de piernas, pero se soltó de inmediato y comenzó a caminar a mi lado, apoyándose en los muros. Casi me sentía como antes, incluso el silencio que pasábamos juntos era similar al que recordaba. Anduvimos así por la misma calle poco menos de una hora. Supuse que no hablaría sino hasta que se sintiera cómoda y así fue: comenzamos a platicar sólo hasta que comprobamos que no había nadie escuchándonos. Para ese momento, ya estábamos en su departamento. <o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt;line-height: 200%"><span style="line-height: 200%; "><span >El lugar era pequeño y estaba vacío, daba la impresión de estar abandonado y, como no había cortinas, entraba mucha luz por las ventanas. Había pintado las formas de una sala, un comedor y otro mobiliario sobre las paredes. Se apoyó sobre la silueta de un escritorio que estaba delineado bajo la ventana más grande del lugar y entonces habló. Mencionó detalladamente todo lo que había hecho desde que nos separamos y por fin pude distinguir su voz. Era más gruesa y pausada que la mía, parecía que hubiera aprendido a ser paciente por el mero hecho de separarnos o, al menos, que estaba escogiendo muy bien sus palabras. Hablamos durante horas, a pesar de que ya me había incomodado estar sentado en el piso, y en algún punto de la plática, recuperamos la confianza en el otro. Conforme nos poníamos al tanto de nuestras vidas, me percaté de lo diferentes que habíamos sido desde siempre. <o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt;line-height: 200%"><span style="line-height: 200%; "><span >Pronto terminó la tarde y en cuanto el lugar se llenó de sombras por completo, como si hubiera estado esperando, me pidió que me acercara.<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt;line-height: 200%"><span style="line-height: 200%; "><span >—Ven —me dijo—, mira —y señaló una ventana al otro lado de la calle. Era un departamento completamente iluminado. Dentro, Minerva acomodaba algunos papeles sobre la mesa—. ¿Recuerdas?<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt;line-height: 200%"><span style="line-height: 200%; "><span >No puedo negar que tuve una desilusión algo inesperada cuando vi a Minerva tan cerca y reconocí que los muebles del departamento en el que estábamos eran una imitación de la sala donde creció mi sombra por primera vez. La silueta de una televisión estaba pintada en una de las paredes y frente a ella la forma de un sillón se extendía a lo ancho, casi hasta alcanzar las paredes, simulando apenas la sombra del sillón original. Comprendí entonces que todas las figuras que había pintado en los muros eran imitaciones de las sombras, y distinguí ligeras deformaciones en los contornos. Algunos alargados en las esquinas, otros exageradamente anchos, algunos más demasiado largos: todos como si la única luz de la habitación viniera de la televisión. Observé con cuidado a mi sombra antes de decir cualquier cosa, pensando que tal vez debía convencerla de abandonar todo esto, pero en breve dejé de sentirme responsable de ella. Miraba fijamente a través de la ventana. <o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt;line-height: 200%"><span style="line-height: 200%; "><span >—Deberías olvidarte de todo esto y venir conmigo —le dije.<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt;line-height: 200%"><span style="line-height: 200%; "><span >—Deberías olvidarte de todo esto y venir conmigo —respondió, tomándome del brazo, pero me solté enseguida, sintiéndome agredido por esa postura suya y me dirigí hacia la puerta. <o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt;line-height: 200%"><span style="line-height: 200%; "><span >Apenas podía distinguir su figura recargada en el escritorio, mirando hacia afuera, entre la oscuridad de la habitación.<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt;line-height: 200%"><span style="line-height: 200%; "><span >—Ojalá recapacites —susurró, como si ya hubiera renunciado a todo lo demás—, ya sabes dónde encontrarnos. <o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt;line-height: 200%"><span style="line-height: 200%; "><span >—Ojalá recapacites —susurré antes de irme, pero sentí un profundo despreció por su manera de actuar.<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt;line-height: 200%"><span style="line-height: 200%; "><span >Cuando salí del departamento, sólo pensaba en quitarme de encima lo que me restaba de sombra y en Minerva y, sin embargo, quería olvidarme de ambos. Que Minerva no supiera nada, sin importar que mi sombra la mirara desde aquel departamento abandonado por años, antes de decidir acercarse, era lo de menos, yo sólo quería alejarme. Quizá un día mi sombra podría caminar hasta ella de nuevo y Minerva podría recibirla bien, no lo sé. Pero ese día, después de caminar durante horas, pensando en olvidarlos y deshacerme de todo lo que me unía a ellos, llegué casa ya muy tarde y no pude dormir pensando obsesivamente en ambos. Y con la noche cubriendo la ciudad por completo, volví a buscar rastros de mi sombra entre las cobijas.<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" align="center" style="text-align:center;text-indent:35.4pt; line-height:200%"><span style="line-height: 200%; "><o:p><span > </span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" align="center" style="text-align:center;text-indent:35.4pt; line-height:200%"><span style="line-height: 200%; "><span >iv<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" align="center" style="text-align:center;text-indent:35.4pt; line-height:200%"><span style="line-height: 200%; "><o:p><span > </span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" align="center" style="text-align:center;text-indent:35.4pt; line-height:200%"><span style="line-height: 200%; "><o:p><span > </span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:200%"><span style="line-height: 200%; "><span >La puerta era blanca y estaba decorada con una corona navideña repleta de verdes boscosos y un listón rojo de gran tamaño, como si estuviéramos cercanos al fin de año, pero el polvo acumulado en ella dejaba ver que más bien se trataba una muestra del descuido en el que Minerva tenía ese lugar. Me reconoció al instante y, sin preguntar nada, me abrazó y me invitó a pasar. <o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt;line-height: 200%"><span style="line-height: 200%; "><span >En realidad no esperaba que me tratara tan bien después de lo sucedido, pero me alegró ver que ambos pudimos dejar aquel incidente de mi sombra atrás y continuar con nuestras vidas. Hablamos algún tiempo sobre lo que habíamos hecho desde la secundaria. No sé si lo que hicimos en tanto tiempo era tan poco como parecía, pero tardamos poco menos de una hora en ponernos al tanto. Ella había tenido algunos problemas económicos, por lo que se mudó a ese departamento que algún familiar tenía desocupado y llevaba algunos meses buscando trabajo. No se había casado, pero una mala relación le ayudó a tomar la decisión de salirse de aquella ciudad para llegar a donde estaba ahora. Su vida había sido una sucesión de terribles obviedades y malas decisiones. Me pregunté si yo era parte de todo eso cada vez que me miraba sonriente y decía:<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:200%"><span style="line-height: 200%; "><span > —En verdad me da mucho gusto verte —y se reía sin comprender cómo era posible que viviéramos en la misma ciudad. No sé cuántas mentiras tuve que inventar para justificar que la hubiera encontrado, pero apreció todas. Me dejaba notar en su forma de verme que no me creía en lo más mínimo, pero que tampoco importaba. <o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt;line-height: 200%"><span style="line-height: 200%; "><span >Reconocí la mesa donde la vi acomodando papeles y enseguida le pregunté si tenía algo de tomar mientras me sentaba justo enfrente de la ventana, en la ubicación exacta para dejarme ver desde el otro lado de la calle. Llegó con dos vasos y una botella de ron que dejamos a un lado antes de tomar siquiera un trago y nos besamos como si estuviéramos retomando lo de años atrás. La recosté boca abajo sobre la mesa y la desnudé con cuidado, tomándome mi tiempo para asegurarme de que, en el departamento del otro lado de la calle, mi sombra pudiera vernos. Una vez que los dos quedamos desnudos, le besé los senos y el abdomen, apretándola contra mí. Mordisqueé sus pezones. Y dejamos las cortinas abiertas toda la noche.<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" align="center" style="text-align:center;text-indent:35.4pt; line-height:200%"><span style="line-height: 200%; "><span >v<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" align="center" style="text-align:center;text-indent:35.4pt; line-height:200%"><span style="line-height: 200%; "><o:p><span > </span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:200%"><span style="line-height: 200%; "><span >Pasamos juntos el día siguiente y, a pesar de todo, Minerva estuvo callada la mayor parte del tiempo. Cuando llegué a casa por la noche, la encontré destrozada. De cierta manera estaba contento y pude dormir bien, aunque todavía me preocupaba que mi sombra pudiera estar en algún lugar cercano, observándome en silencio. Me tomó un par de semanas ordenar todo de nuevo y, sin embargo, estaba de buen humor. <o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:200%"><span style="line-height: 200%; "><span > Minerva volvió a buscarme a los pocos días y continuamos viéndonos con cierta frecuencia. Cada vez que pasábamos la noche en su departamento, me aseguraba de que las cortinas estuvieran abiertas; y, cada vez que dormíamos en el mío, me tomaba unos minutos para revisar que mi sombra no estuviera ahí. Minerva cambió mucho en pocos días; la notaba desilusionada, a pesar de que nos divertíamos juntos. No pasó mucho antes de que notara que mi sombra estaba incompleta y me preguntara por el resto. <o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:200%"><span style="line-height: 200%; "><span > <o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" align="center" style="text-align:center;line-height:200%"><span style="line-height: 200%; "><span >vi<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:200%"><span style="line-height: 200%; "><o:p><span > </span></o:p></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;line-height:200%"><span style="line-height: 200%; "><span >—Hola —dije una vez dentro de aquel departamento sin luz, sosteniendo la mano de Minerva, en un intento por tranquilizarla: apenas podía ocultar su emoción.<o:p></o:p></span></span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align:justify;text-indent:35.4pt;line-height: 200%"><span style="line-height: 200%; "><span ><span >—Hola —dijo mi sombra, pacientemente.</span><span ><o:p></o:p></span></span></span></p>Ulises Granadoshttp://www.blogger.com/profile/11406598905807678324noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-292755725062711746.post-65257089802382286582011-04-05T02:33:00.000-07:002011-04-05T02:34:22.369-07:00Fíjese, oficial<p align="justify" style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "><span >Pues los vecinos dicen que nunca dio indicios ni motivos, que de buenas a primeras, ¡pam!, unas llamas de más de dos metros de altura se vieron desde casi cualquier casa alrededor del parque, desde cualquiera de los juegos, desde la banqueta y, a pesar de los árboles que rodean la explanada, imagínese nomás. También se pudo ver desde la miscelánea de la viejecita, esa loca que siempre despide a sus clientes con una sonrisa horrible por eso de su dentadura, así, toda nicotinada y chueca, bueno, menos ahora que vio esa llama altísima y, por primera y única vez, le pidió amablemente a todos que salieran hacia allá, con otra sonrisa más honesta pero con el mismo color azufre.</span></p><p align="justify" style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "> <span >Yo sé porque siempre compro ahí, de hecho estaba comprando ahí hace rato que pasó, y nunca me atiende con gusto esa señora y, lo que sea de cada quien, uno tiene que andarse aguantando porque ahí siempre huele chistoso, ya la conozco, desde el año pasado que empecé a ir con ella. La verdad no me siento muy cómoda, pero ya ni modo. Y, bueno, le decía que además un clarito <i>diosaydios</i> se repetía y se alargaba, y si no, se escuchaba un <i>porfavormujerporfavor</i> más largo todavía y feo, feo, doloroso, doloroso, y eso juntó a tantos chismosos como Dios -<i>enelnombredelpadredelhijoydel<wbr>espíritusanto</i>-, una mujer y algo de fuego pueden juntar a curiosos y bomberos.</span></p><p align="justify" style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "> <span >No, ella ya se fue desde hace rato, y qué bueno, porque le molesta mucho que rece. Me dice farsante, impostora.</span></p><p align="justify" style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "> <span >Pues esos buenos dos minutos bastante escandalosos no pasaron desapercibidos, más bien trajeron varios mirones y fíjese que, aunque las sirenas de los policías ni siquiera estaban a punto de aparecer, los bomberos ya estaban paraditos, inmóviles, en la explanada, mirando cómo se terminaba de quemar el pobre hombre después de semejantes alaridos: con la quijada abierta, todo calcinado. Pero eso ha de ser porque los bomberos están aquí del otro lado del parque.</span></p><p align="justify" style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "> <span >¿Su mujer? Desde que llegamos estuvo sentada en esa banca con un crucifijo en las manos, la <i>doscaras</i>.</span></p><p align="justify" style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "> <span >No sé si fue que nos sorprendió la duración del fuego o que nos dio asco a todos, pero algo nos hizo permanecer como piedras con ojos por más de media hora, mirando cómo el fuego se extinguía poco a poco y las plegarias mudas de la seño se iban con el humo apestoso que salía de su ex marido; pero ella continuaba mirándolo, sin fijarse en nosotros y, de vez en vez besaba su cruz y seguía moviendo la boca con mucha discreción, como si le confesara algo a su pequeño Jesús, la hipócrita esa.</span></p><p align="justify" style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "> <span >¿No le estoy diciendo que nadie hizo nada?</span></p><p align="justify" style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "> <span >Claro que unos cuantos se acercaron a verla y, si recuerdo bien, no duraron más de unos segundos de pie porque la señora miraba a través de ellos, buscando el fuego con los ojos, como si las llamas le estuvieran hablando y, bueno, nadie soportó esa mirada confundida que no sabía cómo pedirle perdón a un crucifijo, que necesitaba, mire nada más, a Dios de carne y hueso para, a lo mejor, fíjese bien, a lo mejor, rogarle por la salvación de ambos, de ella y de lo que quedaba de él, pobre tonta. Bueno ahí estaba todavía la viejecita, ella se quedó al lado del cuerpo hasta que se apagó el fuego porque conocía al señor, ya le había hablado tanto de él doña Matilde.</span></p><p align="justify" style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "> <span >Pues la del crucifijo, oficial, la rogona.</span></p><p align="justify" style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "> <span >No, ella nunca fue violenta, agresiva, no señor, nunca; pero él sí, una que otra vez, o bueno, dos que tres, ya sabe, hasta que la muerte los separe y con eso de que unos golpecitos no matan a nadie, usted sabrá, oficial.</span></p><p align="justify" style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "> <span >Viven aquí a la vuelta, bueno vive la seño, que Dios la cuide, ahí en el 23, pero no creo que haya sido premeditado como dice, además ¿cree que ella iba a poder traerlo hasta acá solita y contra su voluntad?, no, no.</span></p><p align="justify" style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "> <span >Fíjese que yo la entiendo, yo también soy viuda por mérito propio.</span></p><p align="justify" style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "> <span >No, no se crea, pero sí se me murió mi Tito hace un año y no podía dejar de verlo con esos mismitos ojos de <i>adóndevas</i>, pero yo nunca dije eso de <i>perdóname</i> ni <i>déjameaquí</i> ni mucho menos lo maté, porque ya sabía que esas cosas pasan aquí y ya no podía yo hacer nada, bueno ella tampoco, fue un accidente.</span></p><p align="justify" style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "> <span >También quemado ahí en la plaza.</span></p><p align="justify" style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "> <span >No, no creo que sea un asesino ni varios, esas cosas pasan por aquí muy seguido y nadie se ha quejado. Así es por acá. Nada más este año ya van como trece y ni uno ha sido denunciado, ni uno. Y si los denunciaran, uy.</span></p><p align="justify" style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "> <span >No, pues, sería un notición, ¿no?</span></p><p align="justify" style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "> <span >Digo, lo que pasa es que todos son, bueno, somos muy creyentes. Mire, por ejemplo, el bombero ese que no se ha movido, Jacinto se llama, bueno, ese perdió a su esposa en enero del año pasado, también así, como nosotras perdimos a nuestros maridos, yo un par de meses después –<i>padreDiostodopoderosoquequita<wbr>selpecadodelmundo</i>- y pues la seño también, nomás véala como está rezándole con todo al jesucito, la hipócrita esa, </span><span >víbora doscaras</span><span > –<i>perdónalos, señor</i>-, él también tiene su altarcito para pedir por su mujer. Fíjese que, hasta eso, los bomberos respetan, ninguno apaga el fuego antes de que se muera el chamuscado, tienen miedo de que se la cobren con ellos, ese fuego no es de humanos, oficial. Aparte ya le dije que fue un accidente.</span></p><p align="justify" style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "> <span >Que sí, fue un accidente, eso le pasa por pedir cosas a la ligera. Véala nomás, oficial, toda arrepentida, con su crucifijo ese en las manos y su <i>déjameaquí</i>, <i>perdóname</i>, nomás vio como nos acercábamos todos y <i>perdóname, perdóname</i>, la hipócrita esa.</span></p>Ulises Granadoshttp://www.blogger.com/profile/11406598905807678324noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-292755725062711746.post-39092563497589912112010-11-25T06:49:00.001-08:002010-11-25T06:56:29.732-08:00La espalda de una novela policiaca: el caso de El hombre que fue Jueves<p align="center" style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "><br /></p><p align="right" style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "><span ><i>“Au contraire. Ils en ont plus que jamais besoin parce que les</i></span></p><p align="right" style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "><span ><i>livres disent qu'il est en l'homme quelque chose de plus fort que le malheur." *</i></span></p><p align="right" style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "><span ><i>Damnificado haitiano</i></span><br /><br /></p><p align="justify" style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "><span >Gilbert Keith Chesterton (1874-1936) escribió <i>El hombre que fue Jueves</i> tras lo que el mismo consideró un periodo de depresión personal. Hacia finales del siglo XIX la sociedad inglesa flotaba en el remanso decadentista de la sociedad victoriana, y Chesterton no fue la excepción. Se respiraba en el aire el desengaño de Schopenhauer sobre la vida y la libertad humanas como meros espejismos que aseguraban la supervivencia del hombre en una cruel prolongación de la agonía de la existencia. A su paso por la <i>Slade School of Arts </i>como estudiante en artes<i>,</i> Chesterton llegó a su punto máximo de escepticismo: el solipsismo por el lado filosófico y el impresionismo por el estético lo condujeron a la desconfianza absoluta de la existencia misma de las cosas y del mundo entero. Como años después se supo gracias a su <i>Autobiografía</i>, hacia estos años la barrera entre sueño y vigilia se desvanecieron para él, no sólo como percepción de la realidad sino también en un plano simbólico con hondas implicaciones. Si la frontera entre sueño y vigilia se difumina, sólo quedaba un paso para que lo mismo sucediera con las herramientas intelectuales que configuran nuestra noción de realidad. Todo el arsenal intelectual se desvanece ante la idea de que sólo existe como invención de la imaginación humana, y de ahí el desconsuelo de ver caer los fundamentos idealistas de la filosofía moderna. En este momento de crisis del pensamiento occidental, la primera reacción fue de desazón y, en un nivel más angustioso, del temor de la locura del sujeto extraviado en la inmensidad del vacío. Ante lo que se presenta como sólidas identidades sólo se esconden apariencias y la amarga certeza del fracaso intelectual. Si consideramos que estas ideas afligían el espíritu de Chesterton cuando escribió <i>El hombre que fue Jueves,</i>podemos entender esta magnífica obra como la clave que resolvió el dilema existencial en el que estuvo sumido en este momento sombrío de su vida.</span></p><p align="justify" style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "> <span >El genio de Chesterton dio con la clave de la paradoja, que sin duda se convirtió en la característica más identificable en sus textos y que más fue señalada por la crítica como rasgo principal de su técnica de composición. Señalada, aunque no comprendida del todo. No sin cierta ironía, Chesterton comentó que “los críticos eran casi por completo elogiosos a lo que les complació llamar mis brillantes paradojas, hasta que descubrieron que realmente quería decir lo que dije”. En la figura de la paradoja Chesterton cifró el “disfraz ideal de la verdad o del sentido común” (Siles, 117) que abría la posibilidad de una síntesis secreta oculta detrás de toda la ambigüedad caótica del mundo. El plan general de <i>El hombre que fue Jueves</i> consiste en efectuar ese transformación en el sujeto, en trasladar al protagonista, junto con sus compañeros de armas e incluso el lector, de ese estado de angustia ante el caos, de la pesadilla, a una reconciliación de los contrarios por medio de la paradoja, gracias a la mano invisible del enigmático y, más acertadamente paradójico, Domingo.</span></p><p align="justify" style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "> <span >Al analizar la novela nos damos cuenta de que la paradoja permea toda la estructura que le da forma. Si consideramos, como habíamos dicho, que el plan general es la progresiva identificación por parte de los personajes de esas paradojas que subyacen y estructuran todo el relato, la novela arranca con la descripción de un ocaso londinense bajo el cual se encuentra el barrio de <i>Saffron Park</i>. Un ocaso sangriento, rojizo. En este escenario descrito como un lugar que “no sólo era agradable, sino perfecto, siempre que se le considerase como un sueño y no como una superchería” (Chesterton, 1976, 5) se lleva a cabo la presentación de dos personajes, enfrascándolos en una discusión sobre la naturaleza de la poesía: Gabriel Syme y Lucian Gregory. El primero, un autoproclamado poeta del orden; el segundo, un poeta del caos y anarquista confeso, acorde con el gusto chestertoniano por la paradoja. En este punto es donde queda clara la manera en que el inglés decide construir a sus personajes. Syme y Gregory son, antes todo, opuestos naturales, evidentes. Ante todo, cada uno se autonombra en términos sólidos: Lucian Gregory es el poeta fanfarrón identificado con el anarquismo político sólo en el discurso; Gabriel Syme, el hombre que fue Jueves, es el conservador y custodia del Orden, agudo en señalar las incoherencias de la ideología anarquista. Nada más llegamos a las primeras acciones, la novela cobra un aire fantástico en el que se empiezan a desestabilizar las identidades de los personajes. Lo que empieza como una discusión verbal toma un giro vertiginoso que mete de lleno la novela en la lógica de la novela policiaca: Syme resulta ser un detective-filósofo que suplanta a Gregory como representante ante el Consejo de los Siete Días para desarticular la célula anarcoterrorista. Lo que parecería una ágil movida de un detective astuto no es más que una apariencia que al poco tiempo es desmentida por la torpeza, o al menos heterodoxia, de los métodos de investigación de Syme. Pronto el juego de identidades se precipita al ritmo vertiginoso de una pesadilla fantástica. Los miembros del Consejo son personajes siniestros y enigmáticos. El más desconcertante es el presidente, Domingo, un hombre de dimensiones exageradas, que visto por detrás evoca un ser bestial y poderoso que poco concuerda con su cara que irradia una gracia angelical. Desde esta primera aparición, la figura de Domingo se va concentrando en un alto simbolismo.</span></p><p align="justify" style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "> <span >Lo que antes Syme sentía como extrañeza en los otros miembros del Consejo se va descubriendo que son apariencias: como él, el resto de los miembros se van revelando como policías, todos parten de una misma división especial de la Policía encabezada por un incógnito jefe. Una a una, cada identidad se va desmintiendo como apariencia de otra, de manera más y más escandalosa. La trama sigue el <i>crescendo, </i>tan dramático como irónico, de una pesadilla cada vez más opresora, cada vez más sofocante que descubre que todo el Consejo, menos Domingo, claro, está compuesto por policías. Los policías ahora aliados se conjuran contra el presidente, más que para capturarlo, para <i>saber</i> quién o qué es. Para rematar esta farsa de Consejo, Domingo huye de sus perseguidores no sin antes lanzar su voz profética:</span><br /></p><ul style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "><p align="justify"><span >Oigan ustedes lo que les digo: antes descubrirán el secreto del último árbol y de la nube más remota, que mi secreto. Antes entenderán ustedes el mar: yo seguiré siendo un enigma. Averiguarán ustedes lo que son las estrellas: no averiguarán lo que soy yo. Desde el principio del mundo todos los hombres me han perseguido como aun lobo, los reyes y los sabios, los poetas como los legisladores, todas las iglesias y todas las filosofías. Pero nadie ha logrado cazarme. (Chesterton, 1976, 186)</span><br /></p></ul><p align="justify" style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "><span >Antes de saltar por el balcón donde se celebra el Consejo, Domingo lanza otra ácida noticia: él también es el jefe de policía que los ha enrolado a todos. En este punto de la narración cae toda la lógica causal del argumento: Domingo crea un cuerpo especial de la Policía cuyos detectives se infiltran en una célula anarcoterrorista también organizada por Domingo. Los Seis perplejos sólo atinan en aprehender al Inasible en una persecución llena de acción, que incluye carruajes, carro de bomberos, un elefante y al final un globo aerostático. En la persecución Domingo incluso se divierte lanzándoles falsas pistas.</span></p><p align="justify" style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "> <span >Empecinados en alcanzar a su burlador, los Seis siguen al globo por la campiña. La larga travesía por abrojos destruye sus ropas y carnes y los sume en la meditación conjunta. Cada uno ensaya una razón que explique el enigma de Domingo. Considerando el código moral católico de Chesterton, esto tiene una clara significación de penitencia. Cuando coinciden en relacionar a Domingo con la Naturaleza, el globo desciende. Inmediatamente los Seis son conducidos a una recepción, una fiesta de disfraces en la que se representa el Universo todo en frenesí. Los Seis son ataviados de acuerdo con la alegoría de su día respectivo, según la cosmogonía del Génesis. Domingo se presenta ante ellos como la Paz de Dios: “Permanezcamos juntos un rato, ya que nos hemos amado tan dolorosamente y tanto nos hemos combatido” (Chesteron, 1976, 213) En este último encuentro acude también Gregory, Satán que es el único y auténtico Anarquista. Ante la calumnia de Gregory, Syme finalmente comprende su situación, de sujeto que transita entre dos polos según el diseño divino. Al querer corroborar su conclusión con Domingo, éste se distiende y se pierde en la inmensidad del Cosmos, desde donde resuena la sentencia cristológica como última huella de Domingo, “¿Podréis beber en la copa en que yo bebo?”.</span></p><p align="justify" style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "> <span >La genialidad de Chesterton sigue a continuación de este eco que retumba, el narrador nos guarda una última sorpresa: toda la novela ha sido un sueño profundo de Syme, que despierta paulatinamente y plácidamente; no obstante la revelación metafísica queda en el sujeto, y por última vez tenemos otra paradoja: la experiencia del sueño como una experiencia más simbólica que la de la vigilia, que trasciende en los códigos ético y moral del sujeto con más intensidad que la reflexión en “perfecto estado de consciencia”.</span></p><p align="justify" style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "> <span >Y de ahí la relevancia del subtítulo de la novela: <i>El hombre que fue Jueves. Una pesadilla</i>. La estructura general de la obra está enmarcada en un sueño de Syme en el que lo vemos transcurrir junto con sus compañeros de armas por esta aventura metafísica. Si antes de la revelación final el sueño era una auténtica pesadilla por lo dramático y angustiante de los episodios, esto es alegoría de la persecución de la razón humana por descubrir las leyes absolutas del Cosmos, una empresa que ciertamente tiene los riesgos de convertirse en una pesadilla. Ya lo decía Goya.</span></p><p align="justify" style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "> <span ><i>El hombre que fue Jueves</i>, claramente, no es una novela policiaca convencional, pues a pesar de que pueden ser identificados varios elementos del relato policiaco (como la investigación, el suspenso y la intriga de un misterio, inclusive a un detective como el personaje central), falta una de las premisas principales de la novela policiaca: el crimen. En todo caso existe la amenaza de un ataque terrorista que pretende asesinar a dos mandatarios y que es indispensable como motor para la trama de la investigación. Sin embargo, la novela se aleja considerablemente del canon detectivesco al vincularse con los relatos de aventuras, los fantásticos o la disertación filosófica. Y se aleja de los lugares comunes del género debido a una propuesta estética que, puesta en boca de Syme hacia el final, resulta ser la poética de la novela:</span><br /></p><ul style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "><p align="justify"><span >“—Óiganme ustedes —exclamó Syme con énfasis desusado— ¿Quieren ustedes que les diga el secreto del mundo? Pues el secreto está en que sólo vemos las espaldas del mundo. Sólo lo vemos por detrás, por eso parece brutal. Eso no es un árbol, sino las espaldas de un árbol; aquello no es una nube, sino las espaldas de una nube. ¿No ven ustedes que todo está como volviéndose a otra parte y escondiendo la cara? ¡Si pudiéramos salirle al mundo por enfrente!” (Chesterton, p 202)</span></p></ul><p align="justify" style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "><span >Dicho de otro modo, todas las situaciones, los personajes, los debates, están conformados por una dualidad, son una confrontación que los exhibe como una entidad que se prolonga sin excluir sus partes: la espalda de Domingo, por monstruosa que parezca en un principio, junto con la cara casi benevolente que la acompaña, forman el mismo cuerpo; Gregory es un anarquista que defiende la misericordia, la mansedumbre y el amor al prójimo en el discurso de candidatura por el puesto de Jueves, etc. Y es gracias a esta cualidad de ambivalencia que la investigación que pretende detener el ataque contra los mandatarios termina por ser estéril, que los resultados que arroja son más confusos que esclarecedores y que la novela esté plagada de sorpresas y reflexiones sobre la existencia o la certeza de las cosas.</span></p><p align="justify" style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "> <span >Gabriel Syme vive en una constante duda porque, detrás de cada objeto que se le presenta, está oculta una faceta opuesta a la que muestra inicialmente. Porque detrás de la máscara del marqués hay un inspector que no planea un bombardeo sino su propio escape y, detrás de la organización anarquista que se supone el Consejo de los Siete Días, hay una organización de la policía planeada por el mismo Domingo.</span></p><p align="justify" style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "> <span >Entonces, cuando por fin se revela la identidad del hombre inmenso que lidera el Consejo, se puede comprender que el hilo conductor que une todas las revelaciones proviene del mismo personaje que ha orquestado estos juegos de desengaño, de quitar máscaras a las cosas o, mejor dicho, de volver las cosas hacia uno para mirar al mundo de frente y coincide con la reflexión que el mismo Chesterton hace años después en el <i>Libro de Job</i>:</span></p><blockquote style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "><p align="justify"><span >“[…] Dios aparece al final no para responder los enigmas, sino para proponerlos. La negativa de Dios por explicar su diseño es en sí misma una indicación abrasadora de Su diseño. Los enigmas de Dios son más satisfactorios que las soluciones del hombre” (Chesterton, 2000b, 175-176).</span></p></blockquote><p align="justify" style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "><span >Y esto revela mucho más que las cualidades de este personaje o las implicaciones de una trama que se ha obstinado en tratar aspectos metafísicos: la novela misma parece las espaldas de una novela policiaca a la que hay que tomar en algún momento por el frente, para dejar de percibir sólo a un detective inútil, una investigación que revela más dudas que respuestas o la ausencia de un crimen y comenzar a suponer que esos elementos son también, un filósofo intuitivo y perspicaz, una motivación a las preguntas sobre Domingo y el orden del mundo planteado por Chesterton y un detonante que motivó la intriga, respectivamente. El mismo Chesterton dice: “Pero no sólo es necesario esconder un secreto, también es necesario tener un secreto, y que este secreto sea digno de ser escondido.” (Chesterton, 1985).</span></p><p align="justify" style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "> <span >A diferencia de los relatos detectivescos de Poe o de Conan Doyle, en los que la presencia de un narrador/personaje que relata los eventos y nos deja ver gradualmente cómo se devela un misterio, en <i>El hombre que fue Jueves</i>, Syme es el gran testigo de un mundo de caretas que, lejos comprender lo sucedido, pierde toda la confianza en él y sus personajes, en parte porque carece de aptitudes deductivas o analíticas y confía plenamente en la intuición poética. Confía cuando confronta al doctor Bull, cuando revela su identidad ante Gregory. Queda en claro que es un sujeto con buena voluntad y disposición, pero sin método, al provocar el duelo con el marqués. Y así sucesivamente.</span></p><p align="justify" style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "> <span >Borges, gran lector y reivindicador de Chesterton, comenta, además de que en su caso “tenemos a un hombre de genio y… reducirlo a católico es una injusticia” (Borges, 2005, p 100), que en sus relatos policiacos “No se sabe muy bien qué pasa con ellos [los criminales], ya que lo importante es el enigma; la solución ingeniosa de ese enigma”. Esta aseveración describe no sólo la manera en que están elaborados los relatos detectivescos del Padre Brown (aunque nace de la lectura que hace Borges de ellos), sino que describe el estilo de Chesterton. Es decir, en <i>El hombre que fue Jueves</i>, Chesterton profundiza con mucha más libertad en las complicaciones propias del enigma, que en las descripciones de los personajes o del crimen. Sustenta la tensión del relato en las posibilidades que pasan por la mente de sus personajes y no en el crimen, menos en el supuesto criminal.</span></p><p align="justify" style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "> <span >En el mismo texto, Borges menciona otras dos características propias de Chesterton: la propuesta de una posible solución mágica para sus enigmas y lo novedoso de su narrador dentro del género, ambas características manifiestas en la novela. Probablemente los ejemplos más claros al hablar de “posibles soluciones mágicas” sean la sugerencia de que el profesor De Worms, con la edad que le suponemos en el momento de la persecución de Syme, sea capaz de dar alcancé al poeta sin ningún tipo de complicaciones y logre entrar al bar del puerto todavía con la calma y los ademanes adecuados al viejo que suponemos que es; y la desaparición de Domingo, al final de la novela, avalado por su propia divinidad. Sin embargo, al terminar de leer cada uno de estos pasajes, descubrimos lo sencillo del problema: De Worms es Wilks disfrazado; Domingo desaparece, se expande ante los ojos asombrados del Consejo de los Siete Días, pero todo ha sido un sueño. Por otro lado, lo novedoso del narrador radica en lo impersonal del mismo. Chesterton prefiere no valerse de una relación empática que acrecenté la imagen de un detective inteligentísimo y por demás ingenioso, que es visto por su colega con admiración, sino reflexionar constantemente sobre la naturaleza de los objetos y de los sucesos dentro de sus relatos. Después de todo, ¿qué relevancia podría tener la exaltación de las cualidades y virtudes humanas de alguno de los personajes, cuando se abordan temas que le son mucho más importantes al autor?</span></p><p align="justify" style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "> <span >A grandes rasgos, podemos decir que Chesterton propone una inversión de la poética policiaca gracias a la manera paradójica que tiene de representar el mundo: el detective intuye y confronta antes que investigar, el crimen debe ser detenido antes que resuelto, el misterio se revela por el supuesto criminal.</span></p><p align="justify" style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "> <span >Chesterton deja algo en la mente del lector, además de su humor de contradicciones y exageraciones: después de todo, el Hombre puede encontrar un optimismo frente a la vida dentro de la muerte, es decir, puede pensar que la muerte es un impulso vital y la única certeza que da forma y sentido a la vida.</span></p><p style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "><br /></p><p align="justify" style="text-align: right;font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "> En colaboración con Sebastián Gómez Saldívar <span ></span></p><p align="justify" style="text-align: left;font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "><br /></p><p align="justify" style="text-align: left;font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; ">*Al contrario. Los libros son más que nunca necesarios, porque los libros dicen que el hombre es más fuerte que cualquier desgracia.</p><p align="justify" style="text-align: left;font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "><br /></p><ul style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "><p align="justify"><span >Bibliografía:</span><br /></p></ul><ul style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "><p align="justify"><span >Borges, Jorge Luis & Ferrari, Osvaldo. <i>En diálogo II.</i> México: Siglo XXI editores, 2005.</span></p></ul><ul style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "><p align="justify"><span >Chesterton, Gilbert Keith. <i>El hombre que fue Jueves</i>. Alfonso Reyes, trad. Barcelona: Editorial Planeta, 1976.</span></p></ul><ul style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "><p align="justify"><span >--------. “Cómo escribir una historia de detectives” en <i>Teorías del cuento II. La escritura del cuento.</i> Lauro Zavala, ed. México: UNAM, 2008.</span></p></ul><ul style="font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; "><p align="justify"><span >Siles González, Ignacio. <i>A la fe por la duda. Una lectura metafísica de la paradoja en </i>El hombre que fue Jueves<i> de G.K. Chesterton.</i> Revista de Filosofía de la Universidad de Costa Rica, XLIII (108), enero-abril 2005, pp 111-119.</span></p></ul>Ulises Granadoshttp://www.blogger.com/profile/11406598905807678324noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-292755725062711746.post-66231892743443103332010-10-11T22:24:00.000-07:002010-10-11T22:28:26.786-07:00Julián Garza o absurdo #1<meta equiv="Content-Type" content="text/html; charset=utf-8"><meta name="ProgId" content="Word.Document"><meta name="Generator" content="Microsoft Word 12"><meta name="Originator" content="Microsoft Word 12"><link rel="File-List" href="file:///C:%5CUsers%5CUlises%5CAppData%5CLocal%5CTemp%5Cmsohtmlclip1%5C01%5Cclip_filelist.xml"><link rel="themeData" href="file:///C:%5CUsers%5CUlises%5CAppData%5CLocal%5CTemp%5Cmsohtmlclip1%5C01%5Cclip_themedata.thmx"><link rel="colorSchemeMapping" href="file:///C:%5CUsers%5CUlises%5CAppData%5CLocal%5CTemp%5Cmsohtmlclip1%5C01%5Cclip_colorschememapping.xml"><!--[if gte mso 9]><xml> 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mso-fareast-theme-font:minor-fareast; mso-hansi-font-family:Calibri; mso-hansi-theme-font:minor-latin; mso-bidi-font-family:"Times New Roman"; mso-bidi-theme-font:minor-bidi;} </style> <![endif]--> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; line-height: 200%;font-family:georgia;"><span lang="ES-TRAD">– La fama de mi condición se había extendido a lo largo de la ciudad en unos cuantos meses, incluso se divulgó a nivel nacional tan rápidamente que el día de hoy estoy esperando a un reportero interesado en mi caso. Mi enfermedad es rara. Lo sé. Me gusta llamarle <i style="">narrativitis</i>, pero mi doctor insiste en que es imposible que se me inflame la narrativa, que a lo mucho se me podrá inflamar el estilo o algún elemento retórico, pero no la narrativa en sí, de eso dice estar ciento por ciento seguro. Así que él prefiere llamarle <i style="">egotitis literaria</i> y argumentar que no hay nada raro en mi estado de salud más allá de un poco de flujo nasal y la acostumbrada verborrea, que este repentino brote de habla estilizada y, sobre todo, recargada no es más que una obvia necesidad de reafirmación de mí mismo en sociedad ante el fracaso de mi obra literaria y una lastimera petición de ayuda; pero, a fin de cuentas, no es su área como gastroenterólogo y me resultaría más provechoso ver a un psicólogo o a un neurolingüista en la mejor de las situaciones. El caso es que hace un par de días recibí la llamada de un tal señor Portales, Humberto Portales. El señor, reportero de oficio, llamó interesado debido a que llegó a sus oídos una mención de la más extraña de mis costumbres y los particulares síntomas de mi enfermedad que, por raro que parezca, se han extendido más allá del lenguaje oral hasta el campo de lo escrito. Es decir, esta necesidad de expresarme a manera de relato no sólo se ha hecho presente en mi habla, sino que ahora cargo con sus consecuencias en el más ínfimo texto, desde la lista de víveres hasta las cuentas de la quincena. Por eso mi costumbre –de la que se enteró el señor Portales – de <i style="">cuentificar</i> cualquier suceso, por tonto que sea, al grado de haber llenado un par de libreros con relatos de mis idas al baño, mis subidas de escaleras, cómo almuerzo, etcétera, que aparte de ser numerosos han caído en un autoplagio evidente, en un estilo reiterativo y, casi podría asegurarlo, en malas imitaciones de autores contemporáneos de habla hispana. Alguna vez escribí “escribo que pienso seguir escribiendo hasta que deje de pensar que podría seguir escribiendo lo que pienso mientras escribo de aquello que me ha hecho escribir lo que pienso. Y también me veo narrando ya que escribo los pensamientos que he escrito porque debía narrar los escritos que escribí cuando no hablaba en el momento en que quería narrar lo que estaba pensando de lo que escribí que escribiría por no hablar sino escribir lo que quería narrar cuando escribí que pensaba escribir lo que pienso”. Por eso me llamó Humberto. Suena el teléfono.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; line-height: 200%;font-family:georgia;"><span lang="ES-TRAD">– ¡Suena el teléfono!</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; line-height: 200%;font-family:georgia;"><span lang="ES-TRAD">–Grita a lo lejos Carla, mi esposa. Ya voy, contesto. Buenas tardes…Así es… Muy bien, acá lo espero. Pronto llegará… Alguien toca el timbre.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; line-height: 200%;font-family:georgia;"><span lang="ES-TRAD">–¡Llaman a la puerta!</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; line-height: 200%;font-family:georgia;"><span lang="ES-TRAD">– Insiste mi esposa y regresa a nuestra habitación. Sí, yo atiendo, contesto, es para mí. Camino por el pasillo rumbo a la puerta con lentitud. Aun así, llego pronto hasta ella y justo antes de abrirla pregunto con cierta ansiedad “¿Quién es?” a sabiendas de que contestará el señor Portales.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; line-height: 200%;font-family:georgia;"><span lang="ES-TRAD">–Si ya sabe que soy yo y que puedo escucharlo ¿por qué no abre la puerta? </span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; line-height: 200%;font-family:georgia;"><span lang="ES-TRAD">– Dudo por un momento si debo abrir la puerta, sin saber todavía el nombre de quién llama a la puerta.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; line-height: 200%;font-family:georgia;"><span lang="ES-TRAD">– Soy yo, Humberto, Humberto Portales.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; line-height: 200%;font-family:georgia;"><span lang="ES-TRAD">– Responde sarcásticamente y a gritos desde el otro lado. Pienso si habrá sido buena idea aceptar la entrevista, mientras abro la puerta y le invito a pasar.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; line-height: 200%;font-family:georgia;"><span lang="ES-TRAD">– Cuando piense, piense, no hable en voz alta, resérvese sus ideas, por favor.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; line-height: 200%;font-family:georgia;"><span lang="ES-TRAD">– Me dice mientras pasa el umbral vestido con un ridículo traje marrón que no hace más que evidenciar la falsa cortesía contenida en la mayoría de los reporteros. Casi parecieran estar hechos de mierda él y su traje; lleva también un portafolios espantoso, maltratado, de muy mal gusto, que hace juego perfectamente con el atuendo; de las orejas salen vellos canosos y las arrugas sobre su vieja piel muestran un avanzado deterioro por la edad, tal vez unos sesenta y cinco años mal vividos. Cortésmente le invito a pasar, con una sonrisa en la boca y le digo “Adelante, al fondo del pasillo está el comedor o, si prefiere, podemos pasar al desayunador del jardín. Donde usted guste, en verdad.”</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; line-height: 200%;font-family:georgia;"><span lang="ES-TRAD">– Cortésmente, hijo de la chingada.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; line-height: 200%;font-family:georgia;"><span lang="ES-TRAD">– Refunfuña y opta por el jardín.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; line-height: 200%;font-family:georgia;"><span lang="ES-TRAD">– Mire, en verdad me parece interesante su caso, pero no estoy dispuesto a seguir con esto si las faltas de respeto y los insultos continúan.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; line-height: 200%;font-family:georgia;"><span lang="ES-TRAD">– Plantea con seriedad. Lo pienso y accedo de inmediato a su petición que parece bastante prudente. Muy bien, procuraré moderar mi lenguaje, acepto con toda la sensatez de que soy capaz. Mientras Humberto me agradece pasamos al jardín. Al dar los primeros pasos sobre el verde y bien cuidado césped, se respira un aire de quietud que, espero, se mantendrá a lo largo de la entrevista. La mesa se ve limpia al igual que las sillas que le rodean. Lo invito a sentarse para dar inicio a la entrevista. </span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; line-height: 200%;font-family:georgia;"><span lang="ES-TRAD">– ¿Podemos comenzar?</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; line-height: 200%;font-family:georgia;"><span lang="ES-TRAD">– Dice mientras se acomoda en mi silla y hago un sutil gesto para dárselo a entender al bruto.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; line-height: 200%;font-family:georgia;"><span lang="ES-TRAD">– Haré oídos sordos a esa muestra de inmadurez. En verdad, no veo la necesidad de discutir sobre el asiento. </span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; line-height: 200%;font-family:georgia;"><span lang="ES-TRAD">– Está bien, en verdad, no se preocupe, respondo con suma hipocresía –espero no lo perciba –, adelante con la entrevista. Saca una grabadora del bolsillo derecho del saco y una libreta y una pluma de su portafolio.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; line-height: 200%;font-family:georgia;"><span lang="ES-TRAD">– Primeramente, me gustaría que nos diera su nombre completo, ya que, si bien usted es un hombre famoso por su condición, la fama de su enfermedad es más grande que la de su nombre. Por favor díganos ¿Cómo se llama y a que se dedica?</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; line-height: 200%;font-family:georgia;"><span lang="ES-TRAD">– Julián Garza Velasco es mi nombre, contesto con firmeza, y me dedico a escribir, a relatar todo lo que pueda y deba ser contado. Un tanto lo hago con la voz y otro tanto con las letras. Me gusta pensarme como un vocero de lo cotidiano. Ya sabe, lo mismo de todos los días, pero lo interesante. Por ello es que no escribo tanto a manera de trabajo.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; line-height: 200%;font-family:georgia;"><span lang="ES-TRAD">– Sí, estoy seguro que su creatividad no diezma su producción artística, sino que su materia prima lo que le pone trabas a la hora de escribir.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; line-height: 200%;font-family:georgia;"><span lang="ES-TRAD">– Dice con una honda sensación de orgullo y satisfacción el malparido.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; line-height: 200%;font-family:georgia;"><span lang="ES-TRAD">– ¡Óigame hay un límite!</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; line-height: 200%;font-family:georgia;"><span lang="ES-TRAD">– Eso mismo digo yo, repongo.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; line-height: 200%;font-family:georgia;"><span lang="ES-TRAD">– Mire… podemos terminar con esto de buena manera, no hay necesidad de agredirnos ni de buscar pleito con el otro ¿Está bien?</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; line-height: 200%;font-family:georgia;"><span lang="ES-TRAD">– Bufa, como un toro malparido en celo, con su enojo retenido en el interior de esos cachetes que más parecen belfos. Perfecto. Continúe, por favor. Sonrío. </span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; line-height: 200%;font-family:georgia;"><span lang="ES-TRAD">– Sabemos que lleva ya un tiempo sufriendo de esta enfermedad que aún no es nombrada y que han surgido varios posibles nombres como <i style="">verborrea crónico-retórico-degenerativa, expositivismo verbal, palabrismo. </i>Pero la gente quisiera saber si usted le llama de algún modo y si es un caso aislado o conoce a más personas que padezcan de males similares.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; line-height: 200%;font-family:georgia;"><span lang="ES-TRAD">– Pues mira, Humberto, cruzo la pierna elegantemente al iniciar con la respuesta, si había pensado en eso del nombre, pero creo que no me corresponde a mí dárselo. Además, <i style="">narrativitis </i>corre el riesgo de sonar ridículo. Respecto a la segunda parte de tu pregunta, debo decir que no es este un caso aislado, pero si <i style="">sui generis</i>. Es decir, mi tía ya había presentado una obvia tendencia a versificar sus pláticas, pero pasó de lo incomprensible de la poesía contemporánea a lo incomprensible de la barroca y, al fin, de la surrealista. Su esposo decidió que la mejor salida era mantenerla bajo arresto domiciliario, por decirle de alguna manera, pero mi tío comenzó a ensayar todo lo que decía al poco tiempo. Arguyó principios lógicos indiscutibles en temas como el color de la leche o el amanecer; pasó por el ensayo sociológico, provocado por la televisión y su exposición a la radio y demás medios de comunicación; de aquí al ensayo político, en el que ahondó como radical incendiario y, como obvia consecuencia –digo con un cierto tono que denota lo inevitable del hecho-, fue silenciado, sospechamos, por gobernación. Mi tía, al saber esto, se suicidó poéticamente dentro del mar. Pensamos que la transmisión de la enfermedad había concluido ahí, pero al poco tiempo comencé a presentar síntomas narrativos, digresiones, anagnórisis, comparaciones, alegorías, prosopopeyas, etcétera. E ineludible fue el destino de mi esposa, quien también contrajo el mal. Ahora no sale de nuestro cuarto sino la llaman a escena y casi todo lo que hace debe ir acompañado de música, movimientos corporales exageradísimos que, si bien contrajo la enfermedad, ésta no venía acompañada de aptitudes histriónicas, a saber. Concluyo… Noto que los bufidos que habían quedado atrás han vuelto en espasmos más rápidos y fuertes, el color de su cara se torna rojo y sus ojos parecen dispuestos a abandonar sus cuencas para asesinarme. Espero que diga algo, lo que sea. </span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; line-height: 200%;font-family:georgia;"><span lang="ES-TRAD">– ¿Me está diciendo que esto es contagioso, que usted lo sabía y aún así acepto llevar a cabo la entrevista sin advertirme de esto?</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; line-height: 200%;font-family:georgia;"><span lang="ES-TRAD">– Grita en un arrebato furibundo y espera mi respuesta mientras el crujir de sus dientes suena por encima de mi respiración intranquila. Así es, contesto con un breve aliento, es viral –¡Auch! –. Repentinamente me veo interrumpido por un golpe en la mitad del rostro, un viejo y arrugado golpe seguido de –¡Auch! –y otro –¡Mpf! –. Caigo al piso un poco aturdido, pero con la lucidez suficiente para contestar la agresión y gritarle “pega más duro la campaña de Patricia Mercado, maricón mal vestido”. Por su parte, el afeminado enardecido gime y tira golpes a discreción –¡Ungh! –, como mujer ultrajada <span style=""> </span>–¡Agh! –. No consigue hacerme mucho daño, pero los alaridos siguen y damos numerosas vueltas sobre el pasto: una y otra, para acá y para allá hasta que nos detiene la mesa. Por la fuerza con que nos estrellamos en ella, rompemos el cristal de la mesa escandalosamente.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; line-height: 200%;font-family:georgia;"><span lang="ES-TRAD">– ¿Están bien?</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; line-height: 200%;font-family:georgia;"><span lang="ES-TRAD">– Pregunta Carla desde la ventana de la sala. Al vernos pelear, corre al estéreo y pone <i style="">Fortuna Imperatrix Mundi</i>, mientras grita desaforadamente y, fuera de tiempo y con muy mal gusto, entra en escena corriendo alrededor de nosotros, después finge separarnos y, ante su fracaso, no sin emitir un suspiro sobreactuado de desasosiego y resignación, se desvanece. Que drama tan innecesario, pienso. De súbito, Portales se detiene y, con un semblante calmado, totalmente diferente, se levanta, se sacude y me ayuda a levantarme. </span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; line-height: 200%;font-family:georgia;"><span lang="ES-TRAD">– Olvidemos la pelea, debo irme.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; line-height: 200%;font-family:georgia;"><span lang="ES-TRAD">– Comenta.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; line-height: 200%;font-family:georgia;"><span lang="ES-TRAD">– Es mi deber mencionar que la atención que me ha brindado, aunada a la descortesía y la rareza de su esposa, han hecho de la entrevista una experiencia insufrible. En verdad, prefiero olvidar lo sucedido y retirarme mientras aún tenga<span style=""> </span>un escaso vestigio de dignidad en mi ser. Por lo demás, su estilo es poco consistente y poco original, por lo que resulta de lo más inverosímil y burdo, abundante en ripios,</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; line-height: 200%;font-family:georgia;"><span lang="ES-TRAD">– Continúa.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; line-height: 200%;font-family:georgia;"><span lang="ES-TRAD">– Incoherente dada la diégesis planteada al entrar en esta casa. Incluso ante los embates de cuentos mal estructurados y sin fundamentos no había sentido semejante repudio por una trama, por un argumento tan soso, tan cursi. Mi portafolio y mis notas, si me hace favor.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; line-height: 200%;font-family:georgia;"><span lang="ES-TRAD">– Solicita mientras sacude el polvo de su asqueroso traje. ¿De que hablas, maldito vividor? Pregunto extrañado.</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; line-height: 200%;font-family:georgia;"><span lang="ES-TRAD">– Esto no se verá bien en el artículo. La gente leerá qué clase de persona es usted, qué pueril es su obra. Yo me encargaré de eso. </span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; line-height: 200%;font-family:georgia;"><span lang="ES-TRAD">– Concluye mientras abandona mi casa. Yo, por mi parte, parado junto a mi esposa desvanecida en sobreactuación, le grito “Haga lo que quiera, mojón trajeado” y lo veo partir. </span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; line-height: 200%;font-family:georgia;"><span lang="ES-TRAD">– ¡Ya cállese, imbécil!</span></p> <p class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-indent: 35.4pt; line-height: 200%;font-family:georgia;"><span lang="ES-TRAD">– Grita. Después sale y azota la puerta.</span></p> Ulises Granadoshttp://www.blogger.com/profile/11406598905807678324noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-292755725062711746.post-89869356330403350792010-08-22T09:50:00.001-07:002010-08-22T09:50:27.637-07:00Fogata<p align="justify"><span style="font-family:Book Antiqua;font-size:100%;">Desde su habitación hasta la cocina, caminó livianamente. Un paso primero, luego otro, sin prisa, envuelta en llamas. Sus pasos eran cortos, como los de hace muchos años, pero el ritmo parecía fatigado ahora. </span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Book Antiqua;font-size:100%;">Desayunamos en silencio, salvo por el ruido que hacía su ropa al quemarse, hasta que papá tosió con brusquedad. </span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Book Antiqua;font-size:100%;">− Abre la ventana y la puerta, ¿sí? -me pidió Lucía, enseñándome sus manos envueltas en rojo y amarillo, mientras observaba cómo su ropa caía al piso hecha ceniza, algo triste todavía.</span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Book Antiqua;font-size:100%;">El humo comenzó a salir de la cocina, pero el olor permaneció largo rato a pesar de todo. Siempre ha sido un olor dulce el suyo, como el de la canela tostada.</span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Book Antiqua;font-size:100%;">Papá todavía la consiente como a una niñita; me he cansado de decirle que ya no debería comprarle toda esa ropa, que no es deshechable, que día con día tiene que aspirar el camino entre su cuarto y la cocina, pero es igual de terco que ella. </span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Book Antiqua;font-size:100%;">− Deberías dejar de usar ropa, Lucía, no sé por qué te obstinas. </span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Book Antiqua;font-size:100%;">− Deberías dejar de decirme eso si sabes cómo soy.</span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Book Antiqua;font-size:100%;">− Deberías dejar a tu hermana si ya sabes cómo es –papá hablaba poco y casi siempre era para terminar discusiones tontas como ésta.</span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Book Antiqua;font-size:100%;">Aprendimos a no quejarnos de la humareda que emana de su cuerpo casi instintivamente a los pocos días de que le naciera la flama entre los dedos de los pies, y a subsanar todas las carencias que el incendio constante en que se le convirtió nos había provocado con el paso de los años. Todavía desayunamos en silencio, excepto por el aire crujiendo alrededor de Lucía, como si fuéramos a interrumpir alguna música imperceptible, quizá su combustión perpetua y acompasada.</span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Book Antiqua;font-size:100%;">Mi hermana comenzó a arder una mañana mientras dormía con papá, a sus siete años. Quemó la colcha y el par de almohadas con las que quisimos apagar sus dedos; calentó el agua en la que le sumergimos los pies; corrió en el patio por horas mientras nos deshacíamos de los muebles, las cortinas, la alfombra, y cuando se percató de lo que faltaba, de por qué nos deshicimos de ello, bajó la mirada hacia el suelo donde unas pequeñas manchas ennegrecían los pasos que dejaba, frunciendo el rostro para no llorar. Estuvo encerrada en su cuarto varios días mientras sustituíamos la alfombra por losetas frías e incombustibles, sin que nadie se lo pidiera y, también sin que nadie se lo pidiera, quemó las cortinas de su cuarto y llenó de tizne las paredes.</span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Book Antiqua;font-size:100%;">− ¿Quieres algo más? – le pregunté. No ha dejado de vernos como si tuviera que agradecer que sigamos con ella, especialmente a mí. </span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Book Antiqua;font-size:100%;">− No, está bien así.</span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Book Antiqua;font-size:100%;">Los vecinos tardaron algunos días en enterarse del fuego de Lucía, pero inmediatamente después de saber de qué se trataba, comenzaron a hablar de ella. Los rumores se propagaron con rapidez y tuvimos que irnos de la ciudad para no exponerla al trato hostil de la gente. </span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Book Antiqua;font-size:100%;">Al término del primer año, el fuego apenas le había cubierto los pies y se aproximaba a los talones lo suficiente para dejar a un lado los zapatos y los vestidos largos y sustituirlos por bermudas y pies desnudos, pero ya nos había obligado a mudarnos varias veces. Algo de felicidad le regresó en cuanto descubrió los bombones quemados. </span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Book Antiqua;font-size:100%;">−Abre otra ventana, por favor. No se va el olor.</span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Book Antiqua;font-size:100%;">El aroma que deja Lucía es inconfundible y persistente, no importa cuántas ventanas abra ni cuánta ropa queme. Además, ahora lo disfruto bastante. No quisiera que un día dejara de oler así la casa, aunque tarde o temprano suceda.</span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Book Antiqua;font-size:100%;">− No te preocupes, no pasa nada. </span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Book Antiqua;font-size:100%;">A sus dieciséis, con el fuego amenazando con proseguir el camino hacia arriba desde las rodillas, preocupados por una abrupta aceleración que le cubrió la mitad de los muslos en cuestión de días, le sugerimos olvidarse de la ropa por completo, por primera vez. Pasó poco tiempo antes de que accediera y casi dejó de salir de la casa, pero aún daba caminatas largas una que otra noche, simulando un pequeño sol noctámbulo. </span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Book Antiqua;font-size:100%;">Desistimos de cuidarla prematuramente, sobre todo a sabiendas de que cada lugar tiene gente distinta que tiene que acostumbrarse a uno y a la que hay que acostumbrarse también. Ya habían pasado suficientes cosas para que entendiera que no debía quemar nada por capricho, sin embargo, los nuevos vecinos la hostigaban casi tanto como todos los anteriores y, después de hartarse de tratarlos bien hipócritamente, estuvo a punto de incendiar varias casas durante sus caminatas nocturnas. Afortunadamente, regresaba a la casa sin haberlo hecho, al menos la mayoría de las ocasiones. </span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Book Antiqua;font-size:100%;">− Abre otra ventana, por favor, hazle caso a tu hermana.</span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Book Antiqua;font-size:100%;">Excepto por ella, todos en la familia somos bastante altos, robustos. A través del fuego, se percibía que su cuerpo era el de una adolescente desarrollada casi por completo, al menos hasta que cumplió los veintiséis años, cuando las llamas habían alcanzado a cubrir sus senos. Su rostro aún poseía re caminar asgos infantiles; ahora apenas puedo distinguir ciertos detalles de su cara, su nariz delgada, la forma del cráneo. Nada más. Ya pasaba de los treinta años y apenas se habían ensanchado su cadera.</span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Book Antiqua;font-size:100%;">Al igual que papá, nunca esperé que la gente se aburriera rápido de ella o que, fuera por el motivo que fuera, dejaran de buscarla, de tomarle fotos, de señalarla. Como si una pequeña de pies incendiados y correlones no fuera una noticia inagotablemente morbosa. Por lo mismo, durante años nos dedicamos a buscar una casa que guardara cierta distancia con relación al poblado más cercano a ella, pero la encontramos cuando ya había perdido importancia, cuando ya todos conocían a mi hermana y hasta se habían olvidado de ella. Ahora descansamos la mayor parte del tiempo. </span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Book Antiqua;font-size:100%;">− Con permiso –acabamos de desayunar igual que todos los días, pero a Lucía cada vez le cuesta más trabajo desplazarse por su propio pie.</span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Book Antiqua;font-size:100%;">Han transcurrido algunos años desde que notamos que está disminuyendo de tamaño. Sus brazos adelgazaron mucho en este tiempo, incluso ha perdido algunos centímetros de estatura y partes de su cuerpo ahora brillan como brasas. Se está agotando, pero hablamos poco de ello y sólo esperamos. Ya huimos demasiado.</span></p>Ulises Granadoshttp://www.blogger.com/profile/11406598905807678324noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-292755725062711746.post-73951239865105777132010-07-10T22:11:00.000-07:002010-07-10T22:12:25.555-07:00Bodas de madera<span style="font-family:Arial;font-size:100%;">En una ocasión, afuera de una tapicería, conocí a un hombre de lo más raro. Ya no recuerdo su rostro, lo que sí recuerdo es que repentinamente, en cuanto me escuchó entrar, volteó a la puerta, dejando de sentir el forro de una silla, y me dijo:</span> <p align="justify"> <span style="font-family:Arial;font-size:100%;">- No sé usted, pero yo estoy enamorado.</span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Arial;font-size:100%;">Lo primero que entendí fue:</span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Arial;font-size:100%;">- Usted no está enamorado como yo.</span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Arial;font-size:100%;">Y en un principio me sentí pleno, realmente cómodo conmigo y hasta complacido de que se notara a simple vista, pero al pensarlo por segunda vez y al percibir la condición de aquel desconocido, no pude sino fruncir el ceño, desconcertado, y ante la sorpresa que me provocó tuve que preguntarle de inmediato:</span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Arial;font-size:100%;">- ¿Disculpe?</span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Arial;font-size:100%;">- Que estoy enamorado.</span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Arial;font-size:100%;">Sé que el tipo estaba feliz, se le notaba en la entonación y en sus movimientos; brincaba como un pequeño chimpancé recién enjaulado. Otro en su lugar me lo hubiera dicho mirando al piso, casi exigiendo mi ayuda; éste llevaba una gran sonrisa entre las mejillas. </span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Arial;font-size:100%;">- Pero, mi amigo, ¿cuánto tiempo lleva así?, ¿se encuentra usted bien?</span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Arial;font-size:100%;">Mi inquietud pareció no afectarle, al menos no inmediatamente, pues apenas ladeó un poco la cabeza, como si no comprendiera la situación, incluso me respondió sin cambiar esa mueca, que le desfiguraba el rostro:</span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Arial;font-size:100%;">- ¿De qué está hablando? Si me siento perfectamente... luego de estos seis increíbles meses me siento... cómodo... feliz. </span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Arial;font-size:100%;">En verdad creo que fue en ese momento cuando empecé a sentir algo de lástima por ese pobre tipo incapaz de notar cualquier cosa, alegre como un niño con sarampión. </span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Arial;font-size:100%;">- ¿Sabe usted qué día es hoy, señor? -le pregunté, esperando descubrir si había algo irremediablemente alterado en su cabeza.</span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Arial;font-size:100%;">- Ja ja, no exagere. Déjeme decirle que nunca me he encontrado mejor. Es más, le recomiendo que alguna vez se de la oportunidad de intentarlo. </span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Arial;font-size:100%;">¡Pobre idiota, no tenía idea de nada!, y cada vez me preocupaba más. Lo tomé de los hombros y lo sacudí con violencia, esperando que, de algún modo, volviera en sí, pero mis esfuerzos no surtieron ningún efecto, ni siquiera fui capaz de borrarle ese gesto. </span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Arial;font-size:100%;">- ¡Responda, por el amor de Dios! Deje de hablar así, suena usted como un loco.</span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Arial;font-size:100%;">Pero antes que dejar de reír, el convaleciente me tomo por los brazos entre risas y me dijo:</span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Arial;font-size:100%;">- No se exalte, amigo, permítame invitarle un trago para poder contarle todo con calma. </span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Arial;font-size:100%;">Pero en mi vida había abusado de ningún enfermo y no iba a empezar en ese momento. Resuelto este asunto y después de encargar nuestros respectivos muebles al trabajador, salimos a buscar un bar cercano. Para ser honesto, en algún momento dudé de mi seguridad al estar a solas con un hombre tan inestable, así que procuré que anduviéramos por lugares muy concurridos la mayor parte del tiempo. El camino fue rápido y, afortunadamente, las calles por las que pasamos tenían un flujo constante de gente.</span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Arial;font-size:100%;">Al llegar al bar nos acercamos a la barra y el enamorado quiso pedir un par de cervezas, pero lo detuve enseguida y ordené un par de caballitos de tequila, esperando que a los pocos tragos se le quitara ese gesto que cada vez más me sacaba de quicio. Con el primer trago, la plática surgió muy natural, aunque incómoda:</span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Arial;font-size:100%;">- Mire, usted va a pensar que es una broma, pero estoy enamorado de una silla... de la silla con la que me encontró hace un rato.</span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Arial;font-size:100%;">- ... -lo miré con algo de escepticismo.</span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Arial;font-size:100%;">- Bueno, no quiero convencerlo de nada, así que procuraré ser lo más breve posible. La conocí en un restaurante al sur de la ciudad en el peor momento posible para ambos; yo buscaba reconciliarme con mi ex-esposa y ella vivía sus últimos días en aquel negocio. Tal vez nunca me le hubiera acercado, pero llegué muy temprano, ya sabe, para pensar las cosas. Tenía meses sin ver a Mónica y no estaba del todo seguro de querer estar ahí, de buscar lo mismo que ella, y por supuesto no cabía en mí de los nervios. Total que llego a la entrada, tembloroso y con la espalda humedecida de sudor, el mesero me pide mi nombre, confirma las reservaciones y <i>voilá, </i>quince pasos después, mesa para dos junto a la ventana –dudó un segundo y luego continuó -¿Sabe?, ahora que recuerdo, me pude haber sentado en la otra silla, pero pasan cosas así de curiosas todo el tiempo y ya no tiene importancia, me senté en Paloma –dijo antes de tomar un sorbo del tequila, todavía sonriendo.</span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Arial;font-size:100%;">-- ¿Paloma? </span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Arial;font-size:100%;">-- La silla, pues, tuve que ponerle un nombre. La cosa es que… no me va a creer, pero nada más me senté en ella y las cosas se veían distintas. Dejé de pensar en Mónica enseguida, asomado a la ventana, empecé a suponer lo que pasaría si no la esperaba y salía de ahí a tener otra vida, sin segundas oportunidades, nada de te perdono ni esas cosas. </span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Arial;font-size:100%;">-- ¿Pero eso qué tiene que ver con cualquier cosa, hombre? Usted estaba nervioso. </span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Arial;font-size:100%;">-- Sí, de eso no cabe duda… vaya que estaba nervioso, tanto que fui al baño a mojarme la cara, y justo entonces comencé a pensar de nuevo en Mónica, en la posibilidad de perdonarnos y noté que era Paloma la que me alejaba de mi ex-esposa y de esa vida que tal vez no merezco. Cuando regresé a la mesa y tomé asiento nuevamente, sentí algo que no se imagina. Unos instantes después estaba comprándosela al gerente. Salí lo más rápido que pude de ahí para que Mónica no me viera escapar con otra.</span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Arial;font-size:100%;">-- Está usted mal, muy mal. </span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Arial;font-size:100%;">-- Puede ser, pero una vez que vivamos juntos, después de la boda ya veremos si estamos hechos el uno para el otro o no. Todo esto lo pone a prueba el tiempo, y ahora no tengo de otra. </span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Arial;font-size:100%;">-- ¿Pero cómo boda? Mire, le voy a hacer una recomendación de lo más sensata: olvídese de ella, ¿qué relación puede tener usted con una silla? </span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Arial;font-size:100%;">-- No se preocupe usted por eso. Estos seis meses han pasado rápido; nos vemos tres veces a la semana, tenemos relaciones una o dos veces y el tiempo restante lo dedicamos a la lectura; disfrutamos mucho de la novela policiaca. Y, bueno, ya no me siento en ella, aunque lo extraño en ocasiones, para serle honesto.</span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Arial;font-size:100%;">En verdad no sabía que decirle al pobre, así que lo miré como si la noticia de la boda y su relación, me generaran algún gusto y levanté mi vaso de tequila- Salud.</span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Arial;font-size:100%;">Después de brindar permanecimos en silencio un rato, mirando la mesa, hasta que abruptamente me invitó a su boda.</span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Arial;font-size:100%;">-- ¿Qué dice? Seguro que pasará un buen rato –insistió –incluso Mónica va a venir.</span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Arial;font-size:100%;">-- No me lo tome a mal, pero no creo que deba estar ahí.</span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Arial;font-size:100%;">-- Usted no se apure. No sé si esto le sorprenda, pero la mayoría de su familia son ceibas sudamericanas, así que todo un lado del salón estará prácticamente vacío. Haría muy feliz a mi Paloma verlo ahí. Piénselo –sacó una invitación de su saco y me la extendió.</span></p> <p align="justify"> <span style="font-family:Arial;font-size:100%;">-- Lo pensaré, no se preocupe –respondí, tomando su invitación tranquilamente, sin preocuparme por esa sonrisa suya que, como pude ver, era el menor de sus males.</span></p> <span style="font-family:Arial;font-size:100%;">Poco después regresamos a la tapicería mientras me platicaba sus planes para la luna de miel. Cuando por fin llegamos, me presentó a Paloma, ataviada con su vestido de bodas recién hecho, blanco con detalles dorados. Jamás había visto una novia tan hermosa. </span>Ulises Granadoshttp://www.blogger.com/profile/11406598905807678324noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-292755725062711746.post-19231973773116328092010-07-09T20:35:00.000-07:002010-07-09T20:45:17.312-07:00...<div style="text-align: justify;"><span style="font-family: georgia;">Uno debe tener algo en el mundo en lo que se pueda reconocer, algo a lo que pertenezca. Es terrible que la familia sea una de las pocas posibilidades que ayuden a solventar esta necesidad. Un buen día uno se da cuenta de que en la sangre puede haber derrota, envidia, egoísmo, estupidez, y que todas las virtudes que puedan venir con el apellido y el linaje no son suficientes para mitigar la fuerza que todos esos defecto</span>s ejerce sobre nuestra vida. Afortunadamente no creo que sea menester del individuo triunfar sobre una sociedad repleta de gente sin identidad, así que puedo sacrificar un poco de mi individualidad en aras de un medio familiar medianamente estimulante, pero no más de dos veces a la semana ni después de las 6 de la tarde. El tiempo restante quisiera dedicarlo a reconocerme en mí mismo, en mis acciones, mis escritos, mis gustos y demás, de ser posible semejante cosa.<br /><br /></div>Ulises Granadoshttp://www.blogger.com/profile/11406598905807678324noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-292755725062711746.post-16512989939267025072010-05-23T09:56:00.000-07:002010-05-23T10:05:58.205-07:00Buena idea<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgHZPrkC-Ydx1HPEyln6L0T2kPRECy8lflSdfkc4KDjczU-0AYVl5pqGw34Aiv5LjJeLH9fqkIlWJJ2Svb_cj7_OxrdLpqbt-Gy9T4xzSnG4IveTGcRVThx2a93cJyl4wU93C5BhWGTzB4q/s1600/metroliterario-ch-784988.jpg"><img style="float: right; margin: 0pt 0pt 10px 10px; cursor: pointer; width: 251px; height: 320px;" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgHZPrkC-Ydx1HPEyln6L0T2kPRECy8lflSdfkc4KDjczU-0AYVl5pqGw34Aiv5LjJeLH9fqkIlWJJ2Svb_cj7_OxrdLpqbt-Gy9T4xzSnG4IveTGcRVThx2a93cJyl4wU93C5BhWGTzB4q/s320/metroliterario-ch-784988.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5474511574081746322" border="0" /></a><br />Andaba friteando y me encontré esto. Una cábula snob que hizo brotar mi risa inglesa (mhm mhm mhm). Enhorabuena por los ociosos.<br /><br />Duda: ¿qué chingados hace Jodorowsky ahí, cuando existen tipos como Arthur C. Clarke o Ray Bradbury?Ulises Granadoshttp://www.blogger.com/profile/11406598905807678324noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-292755725062711746.post-25427374235579424522010-04-13T21:42:00.000-07:002010-04-13T22:42:00.275-07:00Una nota sobre las narcopiñatas<blockquote><div align="justify">Ayer por la tarde vi una fotografía de dos ejecutados por motivos conectados con el narcotráfico, junto a los cuales se había dejado un mensaje. Incluso en una de las publicaciones de nota roja que circulan por el Distrito Federal se publicó la misma noticia en la primra plana con el titular <em>Narcopiñatas</em>. Los cadáveres colgaban de los bordes de un puente en la autopista del sol.</div><div align="justify">También ayer por la tarde, leí un prólogo de Goran Petrovic a <em>La boca llena de tierra</em>, novela de Branimir Šćepanović, en el que Petrovic escribe:</div><div align="justify"> </div></blockquote><div align="justify"></div><blockquote><div align="justify"><em>"¡No hay lugar a dudas, hemos avanzado! -repito, mientras escribo este texto. A decir verdad, algo anda mal con el clima, este verano hace un calor terrible, pero ahí está el control remoto del aparato que en mi departamento mantiene con diligencia los agradables veintitrés grados. Y, es verdad, mi esposa mira la televisión, de nuevo transmiten en directo algún horror, alguien volvió a bombardear a alguien, o alguien de nuevo puso una bomba en alguna parte. Basta con que gire en mi silla de escritorio y puedo ver cómo algunas personas cargan los cuerpos de otras personas, cuerpos cubiertos de sábanas, y la sangre que traspasa las telas blancas y 'florece', puedo ver cómo algunas mujeres se arrancan el pelo y plañen, cómo alguien habla con exaltación, directo a la cámara, en una lengua completamente incomprensible para mi, pero debajo de ese rostro desencajado por el dolor, está escrito con claridad en inlgés 'transmisión vía satélite' y 'corre' la cinta interminable sobre la cual cambian continuamente sólo los números -'diez muertos', 'aproximadamente cincuenta muertos', 'más de cien muertos', 'cerca de trescientos muertos'... Es verdad, en alguna parte está sucediendo una gran tragedia. Sin embargo, yo no tengo que volver la cabeza y no tengo que mirar, ni siquiera tengo que escuchar la transmisión en directo de los gritos de esa gente sufrida, porque tengo otro control remoto a la mano, y puedo aumentar en seguida el volumen de mi potente equipo de sonido."</em></div><div align="justify"><em>.</em></div><div align="justify"></div><div align="justify">De esta misma manera , me ha resultado sumamente fácilvoltear la cara, cambiar la visión de aquellas tragedias, de este mensaje colgado del cuello, por una novela, por cierta música. Aun así me entristezco, no sólo con la desgracia, ni con la miseria global, ni con las guerras o guerrillas que 'florecen' a lo largo del territorio nacional, a lo largo de la América empobrecida en que vivimos, sino también con la facilidad con la que os hemos sometido a esta forma de vida, con la serenidad con que hemos aceptado este tipo de acontecimientos en nuestra vida diaria.</div><div align="justify"><em>Narcopiñatas</em>, dice el titular, como si se tratara de un festejo. Será que no quedan muchas más posibilidades, que hemos aprendido a ingeniarnos un modo de salir de esta tanda de golpes de realidad a través de la burla: <em>Un, dos, tres por Paulette, que está abajo del colchón</em>. Y espero que suene en mi estéreo <em>All you need is love</em> para sacarme de acá mientras se suceden una o dos matanzas por semana, para terminar de coincidir con Dante Milano cuando dice que "tal vez, en un mundo mejor, la literatura se vuelva peor. Lo que, por cierto, no tiene importancia. Siempre es preferible un mundo mejor."</div><div align="justify"></div><div align="right">México, Distrito Federal a 10 de abril de 2010</div></blockquote>Ulises Granadoshttp://www.blogger.com/profile/11406598905807678324noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-292755725062711746.post-3867005816987022412010-03-05T00:06:00.000-08:002010-03-05T08:45:39.417-08:00Sin título por ahoraCaiga o no esa lluvia que nos purifica,<br />toma tu dedo mas juicioso<br />y apunta desde tu ventana<br />hacia la cordura;<br />pormenorízala,<br />pulverízala,<br />que poco nos sirve ahora,<br />pero conserva el dedo, hermano.<br /><br />Caiga o no esa luz amarga sobre el cementerio<br />que yace detrás de todos nosotros,<br />empuña tu más preciado vicio<br />y erige con él un bello cerco,<br />que lo salvaguarde,<br />justo entre tu vida y tu recelo,<br />luego nómbralo,<br />quizá te haga falta un día, hermano.<br /><br />Caiga o no el mundo entero sobre sus rodillas viejas,<br />caiga o no con todo hermano nuestro,<br />caiga sólo desolado y triste o no,<br />caiga o no marchito de tanto incendio estéril,<br />tómalo del pellejo y señálale con ese dedo<br />aquel bello cerco, hermano.<br /><br />Quizá haga falta un día<br />que nos una la incertidumbre<br />y no el olvido.Ulises Granadoshttp://www.blogger.com/profile/11406598905807678324noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-292755725062711746.post-70210482783227125762010-02-04T12:29:00.000-08:002010-02-05T00:33:45.377-08:00Sueño<div align="justify">Ayer por la tarde tuve este sueño. Desperté bastante alterado. Aquí lo transcribo dentro de mis posibilidades, pues no creo recordar todo tal cual sucedió dentro del sueño, así que sólo dejo mis impresiones:</div><div align="justify"></div><div align="justify">Cuando me di cuenta, estaba en el asiento posterior de un automóvil antiguo, tal vez de los años treinta. El espacio estaba muy reducido, por lo que pensé que el espacio entre los asientos no era más que un error en la planeación, provocado por la brecha generacional entre aquellos diseñadores automotrices y las necesidades de la nueva genereción embarnecida por la era del <em>fast food service</em>.<em> </em>Aun así, los asientos pecaban de antiergonómicos. Casi no había luz y el ligero destello que podía percibirse brotaba del asiento del copiloto. Era de un encendedor que no alcazaba a iluminar el rosotro de quien fumaba. Nunca vi al chofer.</div><div align="justify">Dimos vueltas por la ciudad por un largo rato antes de que notara mi atuendo, mi elegante atuendo. No guardo un recuerdo claro de él, pero creo poder asegurar que se trataba de un traje negro con delgadas líneas grises, camisa negra debajo de una corbata blanca de seda. Llevaba sombrero, estoy seguro de haber sentido una presión ligera alrededor de la cabeza. El reloj pintado sobre la muñeca izquierda.</div><div align="justify">Escuché un ruido de armas, como si la estuvieran cargando. Por supuesto no pregunté el motivo ni me exalté por ello; debí haber dado la ordén en algún momento previo, pues no estaba en condición de prisionero y la tranquilidad en que viajábamos parecía poco menos que inquebrantable; supuse que sólo mi voz podría con él, así que me mantuve callado.</div><div align="justify">Los demás automóviles de la ciudad nada tenían de semejante con la belleza en la que veníamos montados el copiloto sin rostro, el piloto inexistente y yo; parecían vehículos relativamente nuevos en su mayoría, todos salvo el que venía frente a nosotros, con tres pasajeros cuyas sombras delataban cuerpos inmensos y bastante gruesos, casi podría podría asegurarlo, el cuerpo de unos gorilas. Una escolta, seguramente. </div><div align="justify">Viraron a la derecha, así que los seguimos. No conozco la avenida a la que nos incorporamos. Algunos metros mas adelante, sobre el lado derecho, había una gasolinería sin gente. Entraron con prisa. En cuanto subieron por la rampa, el chofer que no había podido ver aceleró hasta emparejarse con ellos del otro lado de la misma bomba. </div><div align="justify">No pude distinguir a nadie del otro vehículo sino hasta que alguien dentro de él encendió la luz. Del lado más cercano a nosotros, un conejo inmenso, vestido con un chaleco a cuadros, monóculo y sobrero de copa, miraba la hora en un reloj de cadena, con el rostro sumamente inquieto, como apresurado. A su lado, una mujer de tamaño igualmente desmedido, con un dejo de realeza, aunque con un atuendo demasiado viejo o, quizás, sólo extravagante, acomodaba su corona. </div><div align="justify">No pude verlos por mucho tiempo. En cuanto se encendió la luz el copiloto descargó su arma sobre el otro automóvil y salimos de ahí sin prisa. Nadie nos seguía.</div>Ulises Granadoshttp://www.blogger.com/profile/11406598905807678324noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-292755725062711746.post-32272322738020213272010-02-02T04:42:00.000-08:002010-02-02T04:54:08.504-08:00Propósitos para este año al que ya le di un mes de ventaja1.- Escribir un cuento sobre un sujeto que hace un cuento del primer sujeto y nunca se dan cuenta de ello.<br />2.-Leer al menos a dos autores de los denominados "uy, manito, de lo que te has perdido", como Rabelais o Pasternak.<br />3.- Aprender a andar en bicicleta.<br />4.- Aferrarme a lo que me queda de cabellera.<br />5.-Conseguir empleo.<br />6.-Mantener el empleo por unos meses al menos.<br />7.-Escribir un cortometraje.<br />8.- Trabajar de Santa Claus.Ulises Granadoshttp://www.blogger.com/profile/11406598905807678324noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-292755725062711746.post-36948945954052258392010-01-24T20:53:00.000-08:002010-01-24T23:12:16.595-08:00Inesperadamente<div align="justify">No soy tan suceptible al llanto a través de la literatura, al menos no desde que entré a la carrera de letras. La última vez que traté de contenerme inútilmente, recuerdo, fue un par de años antes de entrar a la carrera, cuando terminé de leer "El barón rampante" de Italo Calvino, tendría alrededor de 21 años. Antes de eso, fue "El lago" de Ray Bradbury, andaría yo en los 18 o 19 años, no recuerdo exactamente. </div><div align="justify">Estoy seguro de haber recibido muchas sorpresas de este tipo: conmovedoras. Pero hoy me pasó algo distinto, una especie de indagación violenta que me tumbó sobre mí mismo con los cuatro versos certeros del final, pongo todo el poema: </div><div align="justify"><span style="color:#ffffff;">.</span></div><div align="justify"><strong></strong></div><div align="justify"><strong></strong></div><div align="left"><strong>Me aburro como un león</strong> </div><div align="left"><br /><span style="color:#ffffff;">.</span></div><div align="left"></div><div align="left">Me aburro como un león</div><div align="left">fuera del África.</div><div align="left"><span style="color:#ffffff;">.</span></div><div align="left"></div><div align="left"></div><div align="left">Yo no nací, sino que por el vientre</div><div align="left">de mi madre</div><div align="left">pasé del África a este zoológico</div><div align="left">policial de la vida.</div><div align="left"> </div><div align="left"><span style="color:#ffffff;">.</span><br />Mi padre nunca pudo entrar </div><div align="left">más allá del vientre de mi madre.</div><div align="left">De modo que mi padre</div><div align="left">no pudo se mi padre.</div><div align="left"><span style="color:#ffffff;">.</span></div><div align="justify"></div><div align="justify"></div><div align="justify"></div><div align="justify"></div><div align="justify">Me resultó tan fácil asirme a este poema de Héctor Viel Temperley, fue como si me colgara de un dolor universal y apenas me hubiera sido asignado un pequeño sitio en el extremo para hacerlo.</div><div align="justify">Supongo que de todos modos extraño a mi papá, aunque cada vez menos, porque cada vez me pesa más descubrirlo en su clara imperfección y francamente no tengo paciencia ni valor para hacerlo. Tal vez uno sabe que espera de las personas que conoce.</div><div align="justify">Al final del día, pude leer a otro poeta que me tranquilizo. Debe ser cierto que "siempre acabamos llegando a donde nos esperan" y de algún modo puede ser que lleguemos en el momento justo, al poema justo.</div><div align="justify">Este es de Milan Rúfus:</div><div align="justify"></div><div align="justify"><strong></strong></div><div align="justify"><strong></strong></div><div align="left"><strong><span style="color:#ffffff;">.</span></strong></div><div align="left"><strong>El país de la infancia</strong></div><div align="left"><strong></strong></div><div align="left"></div><div align="left"><span style="color:#ffffff;">.</span></div><div align="left">Los países existen. Este pídelo</div><div align="left">sólo en sueños. Y no pongas el pie, te caerías.</div><div align="left"></div><div align="left"></div><div align="left"><span style="color:#ffffff;">.</span></div><div align="left">Es como si tú, polizón,</div><div align="left">quisieras bajar de tu tiempo, igual que de un avión,</div><div align="left">derecho a una nubecilla.</div><div align="left">Jurando que aguantará</div><div align="left">eso pesado que eres,</div><div align="left">eso por siempre sin alas.</div><div align="left"></div><div align="left"></div><div align="left"><span style="color:#ffffff;">.</span></div><div align="left">Y de momento es un altar. Sólo un altar.</div><div align="left">y al señor nadie lo ha visto.</div><div align="left"></div><div align="left"></div><div align="left"><span style="color:#ffffff;">.</span></div><div align="left">Pero qué importa </div><div align="left">de qué piedra es la estatua.</div><div align="left"></div><div align="left"></div><div align="left"><span style="color:#ffffff;">.</span></div><div align="left">Aquí la piedra no es piedra,</div><div align="left">es una idea. Así que párate un poco.</div><div align="left"></div><div align="left"></div><div align="left"><span style="color:#ffffff;">.</span></div><div align="left">Y luego vete y vive.</div>Ulises Granadoshttp://www.blogger.com/profile/11406598905807678324noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-292755725062711746.post-56895998970272154562009-10-19T02:25:00.000-07:002009-10-19T02:27:42.337-07:00Hemos vistoHemos visto caer tantos imperios juntos<br />tanta hojarasca endeble<br />sobre ríos desharrapados<br />que no me apetece el arte<br /><br />Hemos visto tanto arte de imperios juntos<br />tantos desharrapados<br />sobre hojarasca endeble<br />que no me apetece caer<br /><br />Hemos visto tantos ríos juntos<br />tanto caer endeble<br />sobre el arte<br />que no me apetece la hojarasca<br /><br />Hemos visto tanta hojarasca juntos<br />tanto arte desharrapado<br />sobre caer endeble<br />que no me apetece el imperioUlises Granadoshttp://www.blogger.com/profile/11406598905807678324noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-292755725062711746.post-80214476408729709602009-10-15T01:57:00.000-07:002009-10-17T19:12:40.482-07:00Poema I¿Con qué palabras te descubro<br />El universo entero de la distancia<br />Si apenas conozco los kilómetros de nombre<br />y los pasos acostumbrados?<br />Si me son ajenos los Caminos,<br />Porque yo mismo le soy ajeno<br />A la erosión del viaje,<br />¿Qué distancia puedo recorrer,<br />Salvo la que mis ojos de prisionero dictan?<br /><br />¿Con qué palabrería te dejo la impresión<br />Del tren interminable que decora el horizonte<br />Y de su ruido incontable,<br />Del muro blanco que rodea y forma mi hogar?<br />Me pregunto si en realidad quieres palabras<br />Que disfracen al mundo para entretenerte<br />O si prefieres un boleto a ningún lado<br />Y unos ojos desprejuiciados,<br />Llenos de asombro.Ulises Granadoshttp://www.blogger.com/profile/11406598905807678324noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-292755725062711746.post-50573891111427487352009-04-02T02:31:00.000-07:002009-04-02T02:43:38.669-07:00Deslinde<p>Con las palabras a nuestro servicio</p><p>subordinadas a la idea</p><p>subyugadas por la realidad</p><p>es fácil mandar soldados o treguas</p><p>mentiras (que no son estrictamente ni treguas ni soldados)</p><p>ponernos detrás de cualquiera</p><p>y darles brillo con todo el estilo posible</p><p>para que cuelguen al sol</p><p>marcha invasión hambre autonomía diplomacia</p><p>o poner una en vez de otra</p><p>escogerlas adecuadamente</p><p> para que se entienda</p><p>irreverencia apoyo déficit chauvinismo conveniencia</p><p> más adelante ya podremos firmarlas</p><p> poseerlas con todas las de la ley</p><p> y defenderlas a ellas</p><p> para no defender </p><p>al inconforme al invadido</p><p> al hambriento al ciudadano</p><p> sino a la palabra</p><p> que está para no llevar el mundo a cuestas</p>Ulises Granadoshttp://www.blogger.com/profile/11406598905807678324noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-292755725062711746.post-12002540234566584792009-03-08T11:55:00.000-07:002009-03-08T11:57:31.964-07:00Si hace lo que le digo<div align="justify"><span style="font-family:times new roman;">-Una caminata por la ciudad no es recomendable a su edad. Mejor camine un poquito en su cuarto, dele vueltas a la cama. Y le vuelvo a decir, a su edad subir y bajar escaleras sin ayuda es muy complicado. Es en serio, camine sólo lo que le dije y poco a poco olvídese de los demás, por ningún motivo se apoye en los muebles a menos de que sea muy necesario. Si hace lo que le digo, en unos meses ya no necesita su andadera, señor.<br />- Pero, doctor, ¿usted cree que...<br />-Mire señora, si no va a hacer lo que le digo, no tiene caso que sigan viniendo. Esto es un tratamiento que funciona a la perfección según quince años de experiencia y todos esos títulos que ve en la pared ¿Ya los vio? Especialidad en pediatría, maestría en pedagogía. Por todo eso nunca se había presentado queja alguna. La verdad me sorprende que a su edad usted todavía lo consienta así.<br />-Si no dudo de usted, es sólo que, bueno, mírelo. ¿No es una ternurita?<br />- No, no es una ternurita, señora, es un codependiente con babero. Si por usted fuera, todavía ...<br />- Dabrrr<br />- ¿No le va a decir nada?<br />- Manolín, el doctor quiere que dejes de balbucear.<br />- ¡Manolín no, Manuel!<br />- Manuel, el doctor...<br />- No soy yo, señora, todos los pedagogos y pediatras saben que a su edad ya podría estar caminando solo y construyendo castillos de madera, o hablando, ¡fíjese bien! hablando con sus amigos imaginarios, pero usted seguramente lo tiene frente a la televisión doce horas al día, y en cuanto llegue a la primaria ya se sabrá el catálogo de videojuegos del palacio y se creerá no sé qué súper héroe, ¿verdad? y, entonces, ¡cuáles amigos imaginarios!<br />- Es que, usted sabe...<br />- ¿Cómo es su vida sexual, señora?<br />- ¿Mi... mi vida sexual? Pues... no me quejo, doctor.<br />- Si no se queja es porque no sabe cómo, mire nada más cómo este hombre envejece en detrimento de su futuro, ¡ja! Satisfactoria, mangas. A mi no me engaña, usted anda por ahí muy cómoda desquitando su frustración sexual con Manuel. Ya me lo imagino a sus doce años: bien peinadito, sus libros acomodados alfabéticamente en su mochila y usted revisándolo todas las noches antes de dormir porque no tolera su propia situación, olvídese de la emocional, la sexual. Yo sé, señora Alcántar...<br />-Jiménez, doctor.<br />-Señora Jiménez, todos sabemos lo difícil que puede ser estar solo por algún tiempo, ya usted sabrá si estar de acuerdo conmigo o no.<br />-Bueno, pues no es fácil, doctor.<br />-Dígame Miguel que ya no estamos para esos tratos, Lucía.<br />-Flor.<br />-Ajá... la cosa es que no nos olvidemos de tu hijo, porque mira nada más qué ternurita. ¡Todo lo que hay que hacer por el beneficio de sus hijos! Manuel, voltea, Manuel, agú agú ñaca ñáca.<br />-¡Miguel!<br />- ¡Doctor Miguel! Mande.<br />-No que no hiciera eso, que codependiente con babero y blablá<br />-Es diferente. Tú eres su madre y yo soy como su amigo que lo cura; conmigo lo ve como un juego; seguro en tu casa cree que se llama Gúgu o algo así. La verdad sea dicha, requiere una dosificación del dialecto ese más regulada y repartida entre varias figuras adultas, sino ya lo puedo ver gateando hasta los seis años de menos. ¿Todavía le das mamila?<br />-N... no siempre.<br />-No siempre, no siempre. Mira nada más, Flor, qué fácil te escapas. No siempre. ¿A veces todavía le das teta?<br />-Aaaa mgm mgm mgm<br />-Ándale, pregúntale que qué tiene, ruégale para que se calme y que no se te olviden las caras chistosas y las cosquillas. A ver si cuando trabaje su jefe le da de comer en la boca y le calienta sus camisitas para que no se enferme.<br />-Ash. Se espanta cuando la gente alza la voz, Doctor Miguel.<br />-Ah, conque se espanta con los ruidos.<br />-No, digo que...<br />- ¡AAAAAAH, MIRA, MANUEL, AAAAAAH, SOY UN CHANGO, AAAAHHH!<br />- ¡Uaaaa!<br />-¡Ave María purísima, Doctor Miguel! Deja de jarate los pelos.<br />-SOY UN CHANGO, FLOR, ESO HACEN LOS CHANGOS Y CHILLAN ¡UH, UH, UH! Y SE RASCAN LAS NALGAS Y SE HUELEN. ASÍ, MIRA, ¡UH, UH!<br />-¡Uaaa, uaaa!<br />-bájate del escritorio, por lo que más quieras.<br />-HASTA QUE DEJE DE LLORAR ¡UH, UH!<br />-¡Uaaa!<br />-Doctor ¿está bien?<br />-Sí, ¡UH, UH!, Carlos, pero dígale a todos mis pacientes que hoy ya no podré atenderlos, ¡UH! este caso requiere de mi total atención.<br />-Si usted lo dice.<br />-Y traiga un six de coronas por favor y un café para mí. ¿Tú no quieres nada, Flor?<br />-No, muchas gracias.<br />-Sería todo, Carlos, por favor cierra la puerta al salir.<br />-Cómo usted diga.<br />-Mira, ya dejó de llorar. Ahora sí, todo a su lugar. ¿Quieres una paletita, Manu?<br />-¡Manuel!<br />-¡Babué, Babué!<br />-¿Ya viste cómo es molesto?<br />-Porque tú no escogiste el nombre.<br />-Pero me importa su futuro, y su presente no puede quedarse así.<br />-Aquí tiene el six y el café, Doctor.<br />-A la otra toque la puerta si no es mucha molestia, Carlos, pudimos estar en medio de una cirugía mayor aquí, y esas no son maneras.<br />-Usted dispense.<br />-No se preocupe, ahora salga y cierre de nuevo. Ya se puede ir si quiere.<br />-Hasta mañana, Doctor, que descanse. Hasta luego, señora, compermiso.<br />-Hasta luego.<br />-¿En qué estábamos? Ah sí, las cervezas de Manuel.<br />-¿De Manuel? ¡Eso sí que no, cerveza ya es demasiado!<br />-Ba, be, bu.<br />-Flor, te voy a tener que pedir, no quería hacerlo, la verdad, pero te voy a tener que pedir que dejes de ser tan mojigata. Mira a Manuel, ¿crees que se lo merece? Hoy le prohíbes la cerveza y mañana ¿qué? Si sigues tratándolo así vas a tener que corretearlo para que no se caiga o, mejor aún, cargarlo, y ya más grandecito vas a tener que prohibirle que tenga novios.<br />-¡Dios no lo quiera, Doctor Manuel!<br />-¡Ya ves! Proyectas ese deseo enfermizo por tu hijo en mí. ¡Dios me libre de tu yugo, Flor! Debería darte mucho miedo.<br />-¿Qué puedo hacer, Doctor Miguel? No quiero que mi hijo se...<br />-¿Se haga homosexual, Flor? ¡Dilo, dilo, homosexual!<br />-¡No, eso jamás! ¿Qué puedo hacer?<br />-Aá<br />-Puedes darme el beso más pedagógicamente correcto que jamás has dado, pero apúrate si que aún tiene sentido. Por tu hijo. Y tú, Manuel, míranos de cerca, hazlo por tu propio bien.<br />-Ca, bobó<br />-Pero nada más un besito, porque así como lo ves tiene papá.<br />-Y yo señora, pero esto es por tu hijo y su educación moral. Mira a tu hijo mmm crecer mmmás sano que todos los otros mmmniños.<br />-¡Todo lo que una tiene que hacer por su hijo!</span></div>Ulises Granadoshttp://www.blogger.com/profile/11406598905807678324noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-292755725062711746.post-1327956099175292632009-02-27T22:48:00.000-08:002009-02-27T22:55:41.111-08:00Palabras sucesivas<div align="right"><em></em><br /> <em> <span style="font-family:times new roman;">"Por más alta que sea una montaña, no sobrepasa su propia cúspide."<br /> Roberto Fontanarrosa</span></em></div><div align="justify"><br /><span style="font-family:times new roman;">Quiero pensar que no soy el primero en contestar directamente al señor Fontanarrosa, porque me resultaría agradable pensar en la cantidad de gente aludida, provocada y encausada a hacerlo por medio de los recursos más bajos, en esa gente capaz de responder por sí misma a tal escrito. Por supuesto, el argentino menciona reiteradamente a lo largo de su texto tal intención provocativa, incluso solicita al lector no esperar ética alguna y lo finaliza con una suposición de lo más pretenciosa. Además, a su texto Palabras iniciales pareciera circunscribirse un mundo vil, lleno de competitividad, de imposición ante el otro, de deseos por anteponerse histórica y canónicamente a los demás escritores usando sus libros. Y es verdad que casi todos estos elementos abundan en ese mundo real al que se refiere cuando habla de la grúa llevándose el auto o el regaño de una mujer a su marido. Supuestos veraces. Todos.<br />Sin embargo, lo que llama la atención al terminar de leer el texto no es la cantidad de elementos que toma en cuenta para argumentar lo que sea que argumente de manera concreta, sino los recursos estilísticos, las licencias tomadas por el autor que se sabe autor, la soberbia -que aun conociendo el trasfondo humorístico del personaje que fue Fontanarrosa resulta pedante mas que satírica-.<br />Muchos han sido los falsos modestos que han llenado el mostrador de las librerías. Si no es Woody Allen, es Monsiváis. Eso no importa, la crítica que se menciona y termina sin resaltar uno de los puntos importantes del texto es, más bien, la del escritor inmerso en un mercado. En el momento en que afirma “El lector no es mi amigo. El lector es alguien que le debe comprar el pan a mis hijos leyendo mis libros.” podemos esperar un producto más que literatura; un best-seller salidito del horno con la receta de siempre: </span></div><div align="justify"><span style="font-family:times new roman;"><br /><em>* Cuento exitoso<br />Rinde 1 porción<br />Ingredientes:<br />1 Pluma<br />1 Hoja o las que se requieran para el cometido<br />1 Personaje principal en un conflicto inmediato o con una historia que contar<br />1 o 2 Enseñanzas morales (1)<br />Lenguaje coloquial, frases ingeniosas, chistes prefabricados(2) y ofensas al gusto (del mercado, por supuesto)<br />1 Final abrupto y cerrado (por eso de la sorpresa)<br />Autocrítica y autorreferencialidad al (propio) gusto<br />Preparación:<br />Una vez extendido el papel, tome la pluma con su mano satírica y escriba a su personaje en una situación atractiva. Todo deberá ser narrado en un lenguaje coloquial y lo más actual posible, incluso las reflexiones sesudas y la mención de sus autores predilectos. Endulce gradualmente con los chistes prefabricados, pero no se confíe de los resultados, revuelva y pruebe constantemente conforme se vayan agregando. Es preferible que los chistes estén en boca del personaje. Si a ojo de buen cubero los nota un poco forzados, está permitido que los demás personajes se rían. Alterne poco a poco las frases ingeniosas(3). Los otros personajes también pueden sorprenderse, incluso pueden alabar al principal y sus reflexiones sesudas. Por otro lado, las ofensas van muy bien al principio, después del título es uno de los mejores puntos para colocarlos, pues llamará la atención.<br />Ya que el personaje se halla justo en el meollo del problema o de su historia, puede hacer uso de su propia bibliografía como autor. Un nombrecito por aquí, otro por allá, disciplinas artísticas y comparaciones, etc. En este punto puede olvidarse de los chistes prefabricados y darle cabida a un par de ofensas seguidas del asombro necesario(4). Bien puede terminar su relato en este momento.<br />Para la presentación se recomienda usar tipo de letra Times New Roman en 12 puntos, doble espacio y justificar el texto. Los demás elementos, como el epígrafe, notas al pie, bibliografía y demás, son opcionales, junto con la autocrítica y la autorreferencialidad.</em></span></div><div align="justify"><span style="font-family:times new roman;"><br />La literatura no es siempre académica, ni eternamente popular. Claro que es crítica, carnavalesca, divertida, inteligente, escrita y muchas cosas más. En todo caso, si “El lector finge. Finge erudición y, quizás, interés.” lo propiciamos con el texto. Si no podemos esperar un “lucha limpia“, es por lo determinante que es el mercado. Adjudicarse esto como decisión propia es mera soberbia, del mismo modo que sería adjudicarme la iniciativa de la primer respuesta.<br />Una de las observaciones más desagradables que se muestran, aparte de la pedantería ya mencionada, son las categorías en que encierra tanto al escritor como al lector, llamados maricones, poco viriles o indignos, aleatoria y arbitrariamente. Juicios de valor evaden la sugerencia para presentarse como un intento de ruptura injustificado. ¿Que hace “mierda pura” al inicio de Cien años de soledad, la mera autoridad moral y crítica que se confiere el autor a sí mismo? Pretensiones pueriles. Todas</span>.</div><div align="justify"> </div><div align="justify"> </div><div align="justify">Notas:</div><div align="justify"><br />1] Éstas las puede encontrar en su propia familia. De ser necesario, puede recurrirse a programas de televisión abierta o a la cartelera cinematográfica infantil del verano.<br />2] Parece increíble, pero también los podemos encontrar en la televisión.<br />3] Siempre es conveniente anotar estas frases en el momento en que se le ocurran. Para ello recomendamos llevar consigo una libreta y una pluma.<br />4] Habrá ocasiones en que deberá reforzar la sorpresa con sus personajes. El público puede ser exigente.</div>Ulises Granadoshttp://www.blogger.com/profile/11406598905807678324noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-292755725062711746.post-9662884522143407982009-02-02T13:22:00.000-08:002009-02-13T17:02:33.391-08:00Bitácora<div align="right"><em>"Ya ves que para el mar no hay distancias"</em></div><div align="right"><em>Anónimo</em></div><div align="right"> </div><div align="justify">Hoy no quiero hablar del mar. Si algo quiero hacer hoy es escribir un texto que no tenga que ver con su epígrafe para pensar que existe una cosa sin sentido, aunque sea de manera virtual. Ya sé, podrá decirme cualquier persona, y acertar, que si no hablo de él y lo pongo justo en la parte más alta del texto y alineado a la derecha como un epígrafe muy bien portado, algún sentido deberá que tener (cualquier acto en sí es un mensaje). Me dirá también que no es posible destrozar la causa primera de las cosas en un arrebato caprichoso lleno de ignorancia. ¡Ya está bueno! ¡Ya tuve suficiente de sus argumentos! Vamos a hacer una cosa:</div><div align="justify">1.- Olvidémonos del epígrafe que está colocado en donde debe ir el epígrafe.</div><div align="justify">2.- Coloquemos ese mismo texto aqui bajo:</div><div align="justify"><em>"Ya ves que para el mar no hay distancias"</em></div><div align="justify"><em>Anónimo</em></div><div align="justify">3.-Ya no quiero que sea un epígrafe. Si lo ponemos ahí donde está, ha dejado de serlo.</div><div align="justify">4.- ¡Carajo! Ahora he construido una cita que no me sirve para nada. Bueno sí sirve, ya dejó de ser epígrafe. A veces las cosas sirven para que una cosa pase a ser otra (por ejemplo un castigo ayudado por la costumbre o la libertad de expresión ayudada por la televisión). </div><div align="justify">5.- He construido un método desepígrafizador. Tomen nota:</div><div align="justify"> a)Tome un texto cualquiera e insértelo en la parte superir de su hoja alineado a la derecha y por debajo del título.</div><div align="justify">b)Esfuércese en quitarle todo sentido a su texto en relación con su protodesepigrafizado fragmento de texto. Hago hincapié en esto: todo sentido. Hable de algo ajeno al tema; trate de no ejemplificar nada con él; no efatice argumento alguno; de ser posible, póngalo en otro idioma para que carezca de sentido a los más. Y por último:</div><div align="justify">c) En caso de que no funcione, pensemos en esto: El epígrafe significa algo y contiene un texto DIFERENTE del hallado en el cuerpo restante de texto. Por lo que propongo este método radical:</div><div align="justify"> </div><div align="right"><em>"Ya ves que para el mar no hay distancias"</em></div><div align="right"><em>Anónimo</em></div><p><em></em> </p><p align="justify"><em>"Ya ves que para el mar no hay distancias" Anónimo "Ya ves que para el mar no hay distancias" Anónimo "Ya ves que para el mar no hay distancias" Anónimo "Ya ves que para el mar no hay distancias" Anónimo "Ya ves quepara el mar no hay distancias" Anónimo "Ya ves que para el mar no hay distancias" Anónimo "Ya ves que para el mar no hay distancias" Anónimo "Ya ves que para el mar no hay distancias" Anónimo "Ya ves que para el mar no hay distancias" Anónimo. "Ya ves que para el mr no hay distancias" Anónimo. Afectuosamente,</em></p><p align="right"><em>"Ya ves que para el mar no hay distancias"</em></p><p align="right"><em>Anónimo.</em> </p><div align="right"><br /></div><div align="justify">Lo hemos conseguido: derrocamos al epígrafe. En la siguiente entrega de "Bitácora" atentaremos contra la dedicatoria. Afectuosamente,</div><div align="justify"> </div><div align="right"><em>"Ya ves que para el mar no hay distancias"</em></div><div align="right"><em>Anónimo</em></div>Ulises Granadoshttp://www.blogger.com/profile/11406598905807678324noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-292755725062711746.post-71830446352617129202009-02-01T16:25:00.000-08:002009-02-01T17:36:21.291-08:00Palíndromos propios y ajenos (se actualizará pronto)<div>Propios:</div><div><br /></div>Amar, deseo ese drama <div><br /></div><div>***</div><div><br /><div>A la roña añórala</div><div><br /></div><div>***</div><div> <div>Hada: láteles alada ya, háblale a mayo. ámale, él ama. Hoy ama el alba allá. Dala. Sé letal, Hada.</div><div><br /></div><div>***</div><div> </div><div>O de como cedo</div><div>a coral la roca</div><div>o </div><div>la nota a la amada dama atonal</div><div><br /></div><div>***</div><div><br /></div><div>Ajenos:</div><div><br />Asirnos a la luna anula la sonrisa (Chewbeto)<br /><br /></div><div>***</div><div><br /></div><div>Acá Cela vale caca<br /><br /></div><div>***</div><div><br /></div><div>Anita la gorda lagartona no traga la droga latina (Sabiduría popular)<br /><br /></div><div>***</div><div>Oì corolas, reza ser sal o rocío (Denisse Navarro)</div><div><br /></div><div>***</div><div><br /></div><div>Ódiola (Natalia bonita): ¡Odín atrone tan urna-toro, oro tan runa! Tenor tan ido a tí no baila tan al oído. (Alfonso Montoya)</div><div><br /></div><div>***</div><div><br /></div><div>Odio la luz azul al oído (Rubén Bonifaz Nuño)</div><div><br /></div><div>***</div><div><br /></div><div>Roma ni se conoce sin oro ni se conoce sin amor</div></div></div>Ulises Granadoshttp://www.blogger.com/profile/11406598905807678324noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-292755725062711746.post-11266537837075596592009-01-31T20:09:00.000-08:002009-01-31T20:20:57.695-08:00Un día largo<div align="justify">Jaime, niño de profesión, había despertado temprano y su jovialidad era notoriamente contagiosa. Sin embargo, su sonrisa hoy se le dibujaba por razones distintas a las habituales. No era el señor Sol iluminando a la ciudad con precisión y alegría lo que le echaba a andar las endorfinas, ni la tibieza de su lecho, que abandonaba puntualmente al amanecer. Era algo que no pudo notar desde la primera vez que despegó sus párpados. Y no pudo porque, a diferencia de otros días, despertó bocabajo con las cobijas sobre su cabeza y un chiflón colándose por entre sus ropajes nocturnos haciéndole cosquillas. Cosa rara, pensó al instante, siempre amanezco boca arriba y tapado hasta el pecho, como se me enseñó para no resfriarme, esto es un desorden. Pero al voltear para incorporarse, se percató extrañado de que el techo sobre su cabeza había desaparecido de la noche a la mañana, sin llevarse las paredes y dejando una carta al lado de su cama que le desdibujó su alegre mueca.<br /> Querido Jaime,<br /> Lamento haber partido tan de sorpresa. No era esta la manera que tenía pensada para decirte las cosas, pero no me quedó más remedio. Me he ido con el Sr. Mistral a encontrarme en algún lugar del Mediterráneo, pues, según me dijo, los techos allá, aparte de guarecer a la gente, regulan su temperatura para entibiar durante el frío y calentar cuando el fresco se hace demasiado. En verdad estoy intrigado con esta técnica europea, quizás pueda regresar siendo el mejor de los techos posibles. No te preocupes por mí; regresaré pronto.<br /> Tuyo,<br /> tu techo.<br /> Pinche feo, musitó en el acto el desdichado. Con la sorpresa todavía en las rodillas, deambuló largo rato alrededor de su cama pensando en una solución, porque una buena caminata siempre es buena para pensar con claridad. Imaginó entonces la posibilidad de seguirlo hasta el viejo mar de comerciantes, pero al poco rato se respondió que él no tenía al Sr. Mistral de su lado, a ese ladrón de techos, para impulsarse de un gigantesco brinco hasta la costa de Libia o Italia... o ¿Siria? ¿España?. ¿Dónde iba a buscarlo? ni siquiera sabía de qué lado del Mediterráneo podría estar. Y un techo tan inteligente como él, que escribe caras de despedida, se puede esconder fácilmente.<br /> Pero una idea le golpeó de súbito en la cabeza y gritó "Compraré uno nuevo".<br /> Con la decisión hecha y la voluntad en las pisadas emprendió el camino hasta la agencia de bienes raíces más cercana, donde una mujer sonriente vestida muy elegante y con rayos deslumbrantes en la cabellera le recibió cortésmente.<br /> -- Buenos días. He perdido mi techo y quiero uno nuevo -dijo con severidad el pequeño Jaime.<br /> -- Me parece perfecto que sepa lo que quiere, joven. Hoy nos han llegado los documentos de tres nuevas residencias en esta zona.<br /> -- No, no me entendió. No quiero una casa, quiero nada más el techo, el puro techo.<br /> -- Pero aquí no vendemos techos, vendemos casas o departamentos, yo no puedo venderle a usted un techo nada más. ¿Quién me querría comprar una casa destechada?<br /> -- Alguien que tenga un techo sin casa, por supuesto --respondió con lógica aplastante el pequeño.<br /> -- Bueno, claro, pero eso no es normal, la gente compra casas con techos para no tener que hacer dos compras. Por eso aquí la vendemos completas. Siento no poder ayudarle.<br /> -- Y entonces, señorita ¿podría indicarme la dirección que debo seguir?<br /> -- Eso depende de adónde quiera llegar.<br /> -- No me importa adónde... -- empezó a decir Jaime.<br /> -- En ese caso, tampoco importa la dirección que tome --contestó la señorita.<br /> -- ... con tal de encontrar un techo --acabó de decir Jaime.<br /> -- Eso es fácil, no tienes más que ir con un albañil.<br />Todo se aclaró de repente. ¿Cómo no se le había ocurrido mandar a hacer su techo? Uno nuevo y fiel que no se vaya con el primer viento que se cruce en su camino; uno incluso más resistente que lo proteja de todo.<br />Con fuerzas renovadas se dirigió rápidamente a ver Pedro, el albañil más habilidoso de su colonia. Al llegar a su casa , encontró a Pedro levantado algunos muros para no perder la práctica.<br /> -- Buenas tardes – Jaime miró su reloj que le decía con una sonrisa "ya es tarde"-, sí, buenas tardes. Me preguntaba si usted podría ayudarme a construir un techo para mi casa.<br /> -- Por supuesto, hijo, dame un segundo para derribar estos muros de entrenamiento y me dices todo lo que necesitas.<br />Así que Pedro, con unos cuantos golpes de su poderosa mano, derribó las paredes frente a los ojos del pequeño que miró sorprendido la hazaña.<br /> -- Bien, hijo, dime qué necesitas –dijo mientras se sacudía el polvo de la ropa.<br /> -- Un techo, pero uno fuerte y fiel en el que pueda confiar y , si es posible, un poco tonto, que no sepa escribir -y de pronto Jaime pudo ver como las palabras del señor comenzaron a tomar una forma extraña que lo dejó sin habla.<br /> -- Muy bien. Vamos a necesitar las vigas más resistentes que tenga a la mano, porque supongo que es para hoy mismo ¿no es así, hijo? Y un techo no se construye con los materiales frágiles con los que se puede construir, por ejemplo, una cama o un buró en el el que puedes poner algunos libros y el periódico. No, hijo, necesitamos tener buena madera que esté a la mano, y eso es justo lo que tengo aquí: buena madera para hacer techos magníficos como el que tú necesitas, hijo. Y para eso tenemos que echar a andar este trabajo, pero ya, al instante sino puede ser que no lo haya terminado para las 9 de la noche y tendrías que pasar frío. Y no queremos eso, no señor, no lo queremos. Pero no te voy a engañar de ningún modo: esto no es precisamente barato, y si un problema tenemos que resolver a la voz de ya es el del varo, hijo, esto no puede hacerse así nada más, necesitamos incentivos; tú para para incentivarme a mí, y yo para estar incentivado, no sé si me doy a entender, hijo, no lo sé. Este tipo de trabajos que son de carácter urgente se resuelven a tiempo con dinero porque hay que pagarle a las manos que trabajan, o no trabajan. No es algo que podamos resolver, lo de tu techo, a menos de que haya una buena cantidad de dinero de por medio. Hay que llevar todos los materiales hasta tu casa entre tres o cuatro trabajadores al menos eso sin contar los gastos de...<br /> Pedro aun no terminaba de hablar cuando Jaime ya había salido caminando del lugar con la cabeza gacha, un poco decepcionado por lo difícil que se había tornado conseguir un techo en estos días. Y nada más de imaginar como pasaría la noche desprotegido del frío su puso a temblar de los pies a la quijada y se abrazó a sí mismo.<br />Sin saber todavía como resolver el problema caminó por la ciudad gritando "techito, techito, ven techito, techito" mientras pensaba una solución un poco más sensata y se hacía más tarde, hasta que llegó a un parque muy extenso y tomó asiento en una de las bancas cerca de los juegos, donde siguió diciendo con voz suave "techito, techito, ven techito, techito".<br /> -- Si dime -contestó alguien por fin.<br />Jaime no supo que hacer al principio, nunca había escuchado la voz de su techo y no había pensado en cómo reaccionaría si le contestaban, así que brincó de su asiento sorprendido y comenzó a buscar de donde provenía la voz.<br /> -- ¿Techito? -preguntó con cierto miedo hacía un arbusto.<br /> -- Cáspita, creo que me he confundido. ¿No gritabas “Tachito, Tachito, ven Tachito, Tachito”? -respondió una voz rasposa y con olor a mezcal tras el arbusto, pero Jaime no pudo distinguirlo con tan poca luz.<br /> -- No señor, gritaba “techito”, con “e” y sin mayúscula.<br /> -- techito ¿eh? has perdido tu techo, ¿es eso?<br /> -- Sí señor. Y como no pudieron venderme uno solo y construirlo era muy caro, preferí llamarlo, a ver si me escuchaba y podíamos arreglarnos de alguna manera. Ya no se me ocurre que más hacer, tal vez regrese a mi casa mmm... A mis paredes y duerma muy bien tapado hoy para evitar un resfriado.<br /> -- La vida no es tan dura sin un techo cuando tienes paredes. Nada más te das cuenta de lo amplio que es el mundo, aunque con asomarte por la ventana basta para notarlo. No perdería mi techo, si tuviera uno, para aprender eso.<br /> -- Bueno, no lo perdí, mejor dicho, se fue y me dejó una carta diciéndome que no me preocupara y que regresaría pronto.<br /> -- Y has salido a buscar un techo nuevo.<br /> -- Así es.<br /> -- ¿Y eso te parece lo mejor que pudiste hacer, buscar un sustituto inmediatamente para alguien que te dijo que regresaría pronto?<br /> -- No quiero pasar frío hoy por la noche.<br /> -- Ni yo.<br />Ya era tarde y Jaime pensó que sería bueno regresar a casa. Así que dejó su chamarra sobre el arbusto y se despidió de Tachito "Adiós, Tachito", le dijo agradecido y "Adiós, ojalá vuelva pronto" le contestó la voz rasposa ya sin frío. </div>Ulises Granadoshttp://www.blogger.com/profile/11406598905807678324noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-292755725062711746.post-40598458317444134142008-06-16T03:20:00.000-07:002008-07-05T14:19:35.826-07:00Experiencias recientes frente a la pantalla grande<div style="text-align: justify;">Mentiría al decir que estas últimas visitas al cine han resultado provechosas o entretenidas, pero no por ello me atrevería a llamarlas infructuosas. En este punto debo hacer notar que podemos considerar un fruto al rencor o al desprecio, a la risa o al disfrute, pero no siempre cualquiera de ellos puede ser provechoso para quien lo experimenta. Sin embargo, puede ser una experiencia entretenida.<br /></div><div style="text-align: justify;">En esta última semana, después de varias de ausencia en la salas de cine, acudí, sin amenaza previa alguna, a ver dos películas altamente prescindibles que bien pueden atraer al incauto con campañas publicitarias engañosas: "Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal" y "El Fin de los Tiempos".<br /></div><div style="text-align: justify;">Hablemos claro, no es mi intensión criticar inmerecidamente y sin argumentos a ningún filme, es necesario que esto quede bien nítido, de igual modo, el hecho de que no pretendo desprestigiar a ningún director o guionista por haber realizado un trabajo cuya finalidad haya sido alcanzada con la obra exhibida.<br /></div><div style="text-align: justify;">Una vez dicho esto, continúo.<br /></div><div style="text-align: justify;">Resulta, para un espectador que disfrutó las primeras tres partes de la saga de Jones, casi imposible notar la falta de seriedad involucrada en la creación de esta cuarta entrega. Si bien recordamos a un Indy intrépido, ágil, en esta extensión de la saga, se antoja imposible creerle al personaje dichas capacidades, pues la condición física del héroe se nota evidentemente diezmada por el paso de los años. Quizá no por este solo argumento pueda asegurar la paupérrima calidad de la obra, quizá no puedo obviar cierta calidad o experiencia en lo que refiere a fotografía o dirección, incluso la edición. Entrar de lleno a criticar elementos que fungen únicamente como un medio para narrar una historia mediocre plagada de lugares comunes -dentro de la diégesis planteada desde el primer filme de Indy- no es necesario. Digamos con certeza que en tanto a los recursos utilizados y la finalidad que persiguen estos, la película y su narrativa funcionan adecuadamente. Que la obra final sea tan predecible, cursi e inverosímil; que pretenda, por medio de secuencias de acción constantes y excesivas, chistes forzados y pueriles encaminados al refuerzo de un discurso específico, no es culpa de los recursos fílmicos. No busquemos la deficiencia del <span style="font-style: italic;">qué</span> en el <span style="font-style: italic;">cómo.</span><br /></div><span><div style="text-align: justify;"><span>P</span><span>or su parte,</span><span style="font-style: italic;"> El Fin de los Tiempos</span><span> parece un intento fallido de <span style="font-style: italic;">thriller </span>que lejos de emocionar al espectador con sucesos inesperados o provocar temor alguno, cae en lugares comunes con resoluciones fáciles o insipientes, anunciadas desde el mismo inicio de la historia. A lo largo de toda la película vemos frases que sustentarán el desarrollo de la ridícula trama que nos presenta Shyamalan, no conforme con sus previos arrebatos en los que juega al guionista innovador -La Dama en el Agua, La Aldea, El Protegido, Señales- que no han hecho sino marcar una línea bastante mediocre. Podemos mencionar que, quizá de algún modo, sus intentos de buscar la fantasía o lo inimaginable dentro de la cotidianidad no sean del todo ingenuos, pues pretende ubicarlos en los lugares más próximos al común de la gente, tal vez con el fin de interesar al espectador medio; sin embargo, llegan a a parecer ridículos e inverosímiles.</span><br /></div></span><div style="text-align: justify;">Desde los primeros minutos en <span class="Apple-style-span" style="font-style: italic;">El Fin de los Tiempos </span>podemos encontrar clichés colocados al por mayor sin criterio alguno, pues -y esta es quizá la más grande pregunta que me surge- ¿de qué sirve que el personaje principal, imposibilitado para resolver la problemática que se le presenta, sea un profesor de ciencias, si de cualquier modo no hace uso de sus conocimientos que , al parecer, son mínimos en comparación a los de un personaje secundario - Frank Collison, el propietario del invernadero- , el cuál no hace más que explicar al espectador lo sucedido? ¿cómo se puede pretender que una resolución del problema que experimenta la pareja que hacen Wahlberg y Deschanel es la mejor manera de mostrar que el peligro ha cesado? </div><div style="text-align: justify;">Aparte de lo ingenuo que resulta sustentar la credibilidad del argumento en frases como "es un acto de la naturaleza y nunca podremos entenderlo", Shyamalan renuncia a toda posibilidad de resolver su película de una manera inteligente para enaltecer al amor que, en vez de triunfar y disipar el mal, tiene la suerte de prevalecer. La única veta que deja para provocar un cierto suspenso o temor alguno es la reaparición aleatoria de este <span class="Apple-style-span" style="font-style: italic;">happening, </span>lo que parece insuficiente ante una película tan endeble y mal lograda, que se apoya en una noticia reciente (la desaparición de miles de abejas) para querer infundir temor. </div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><br /></div>Ulises Granadoshttp://www.blogger.com/profile/11406598905807678324noreply@blogger.com0