lunes, 19 de octubre de 2009

Hemos visto

Hemos visto caer tantos imperios juntos
tanta hojarasca endeble
sobre ríos desharrapados
que no me apetece el arte

Hemos visto tanto arte de imperios juntos
tantos desharrapados
sobre hojarasca endeble
que no me apetece caer

Hemos visto tantos ríos juntos
tanto caer endeble
sobre el arte
que no me apetece la hojarasca

Hemos visto tanta hojarasca juntos
tanto arte desharrapado
sobre caer endeble
que no me apetece el imperio

jueves, 15 de octubre de 2009

Poema I

¿Con qué palabras te descubro
El universo entero de la distancia
Si apenas conozco los kilómetros de nombre
y los pasos acostumbrados?
Si me son ajenos los Caminos,
Porque yo mismo le soy ajeno
A la erosión del viaje,
¿Qué distancia puedo recorrer,
Salvo la que mis ojos de prisionero dictan?

¿Con qué palabrería te dejo la impresión
Del tren interminable que decora el horizonte
Y de su ruido incontable,
Del muro blanco que rodea y forma mi hogar?
Me pregunto si en realidad quieres palabras
Que disfracen al mundo para entretenerte
O si prefieres un boleto a ningún lado
Y unos ojos desprejuiciados,
Llenos de asombro.

jueves, 2 de abril de 2009

Deslinde

Con las palabras a nuestro servicio

subordinadas a la idea

subyugadas por la realidad

es fácil mandar soldados o treguas

mentiras (que no son estrictamente ni treguas ni soldados)

ponernos detrás de cualquiera

y darles brillo con todo el estilo posible

para que cuelguen al sol

marcha invasión hambre autonomía diplomacia

o poner una en vez de otra

escogerlas adecuadamente

para que se entienda

irreverencia apoyo déficit chauvinismo conveniencia

más adelante ya podremos firmarlas

poseerlas con todas las de la ley

y defenderlas a ellas

para no defender

al inconforme al invadido

al hambriento al ciudadano

sino a la palabra

que está para no llevar el mundo a cuestas

domingo, 8 de marzo de 2009

Si hace lo que le digo

-Una caminata por la ciudad no es recomendable a su edad. Mejor camine un poquito en su cuarto, dele vueltas a la cama. Y le vuelvo a decir, a su edad subir y bajar escaleras sin ayuda es muy complicado. Es en serio, camine sólo lo que le dije y poco a poco olvídese de los demás, por ningún motivo se apoye en los muebles a menos de que sea muy necesario. Si hace lo que le digo, en unos meses ya no necesita su andadera, señor.
- Pero, doctor, ¿usted cree que...
-Mire señora, si no va a hacer lo que le digo, no tiene caso que sigan viniendo. Esto es un tratamiento que funciona a la perfección según quince años de experiencia y todos esos títulos que ve en la pared ¿Ya los vio? Especialidad en pediatría, maestría en pedagogía. Por todo eso nunca se había presentado queja alguna. La verdad me sorprende que a su edad usted todavía lo consienta así.
-Si no dudo de usted, es sólo que, bueno, mírelo. ¿No es una ternurita?
- No, no es una ternurita, señora, es un codependiente con babero. Si por usted fuera, todavía ...
- Dabrrr
- ¿No le va a decir nada?
- Manolín, el doctor quiere que dejes de balbucear.
- ¡Manolín no, Manuel!
- Manuel, el doctor...
- No soy yo, señora, todos los pedagogos y pediatras saben que a su edad ya podría estar caminando solo y construyendo castillos de madera, o hablando, ¡fíjese bien! hablando con sus amigos imaginarios, pero usted seguramente lo tiene frente a la televisión doce horas al día, y en cuanto llegue a la primaria ya se sabrá el catálogo de videojuegos del palacio y se creerá no sé qué súper héroe, ¿verdad? y, entonces, ¡cuáles amigos imaginarios!
- Es que, usted sabe...
- ¿Cómo es su vida sexual, señora?
- ¿Mi... mi vida sexual? Pues... no me quejo, doctor.
- Si no se queja es porque no sabe cómo, mire nada más cómo este hombre envejece en detrimento de su futuro, ¡ja! Satisfactoria, mangas. A mi no me engaña, usted anda por ahí muy cómoda desquitando su frustración sexual con Manuel. Ya me lo imagino a sus doce años: bien peinadito, sus libros acomodados alfabéticamente en su mochila y usted revisándolo todas las noches antes de dormir porque no tolera su propia situación, olvídese de la emocional, la sexual. Yo sé, señora Alcántar...
-Jiménez, doctor.
-Señora Jiménez, todos sabemos lo difícil que puede ser estar solo por algún tiempo, ya usted sabrá si estar de acuerdo conmigo o no.
-Bueno, pues no es fácil, doctor.
-Dígame Miguel que ya no estamos para esos tratos, Lucía.
-Flor.
-Ajá... la cosa es que no nos olvidemos de tu hijo, porque mira nada más qué ternurita. ¡Todo lo que hay que hacer por el beneficio de sus hijos! Manuel, voltea, Manuel, agú agú ñaca ñáca.
-¡Miguel!
- ¡Doctor Miguel! Mande.
-No que no hiciera eso, que codependiente con babero y blablá
-Es diferente. Tú eres su madre y yo soy como su amigo que lo cura; conmigo lo ve como un juego; seguro en tu casa cree que se llama Gúgu o algo así. La verdad sea dicha, requiere una dosificación del dialecto ese más regulada y repartida entre varias figuras adultas, sino ya lo puedo ver gateando hasta los seis años de menos. ¿Todavía le das mamila?
-N... no siempre.
-No siempre, no siempre. Mira nada más, Flor, qué fácil te escapas. No siempre. ¿A veces todavía le das teta?
-Aaaa mgm mgm mgm
-Ándale, pregúntale que qué tiene, ruégale para que se calme y que no se te olviden las caras chistosas y las cosquillas. A ver si cuando trabaje su jefe le da de comer en la boca y le calienta sus camisitas para que no se enferme.
-Ash. Se espanta cuando la gente alza la voz, Doctor Miguel.
-Ah, conque se espanta con los ruidos.
-No, digo que...
- ¡AAAAAAH, MIRA, MANUEL, AAAAAAH, SOY UN CHANGO, AAAAHHH!
- ¡Uaaaa!
-¡Ave María purísima, Doctor Miguel! Deja de jarate los pelos.
-SOY UN CHANGO, FLOR, ESO HACEN LOS CHANGOS Y CHILLAN ¡UH, UH, UH! Y SE RASCAN LAS NALGAS Y SE HUELEN. ASÍ, MIRA, ¡UH, UH!
-¡Uaaa, uaaa!
-bájate del escritorio, por lo que más quieras.
-HASTA QUE DEJE DE LLORAR ¡UH, UH!
-¡Uaaa!
-Doctor ¿está bien?
-Sí, ¡UH, UH!, Carlos, pero dígale a todos mis pacientes que hoy ya no podré atenderlos, ¡UH! este caso requiere de mi total atención.
-Si usted lo dice.
-Y traiga un six de coronas por favor y un café para mí. ¿Tú no quieres nada, Flor?
-No, muchas gracias.
-Sería todo, Carlos, por favor cierra la puerta al salir.
-Cómo usted diga.
-Mira, ya dejó de llorar. Ahora sí, todo a su lugar. ¿Quieres una paletita, Manu?
-¡Manuel!
-¡Babué, Babué!
-¿Ya viste cómo es molesto?
-Porque tú no escogiste el nombre.
-Pero me importa su futuro, y su presente no puede quedarse así.
-Aquí tiene el six y el café, Doctor.
-A la otra toque la puerta si no es mucha molestia, Carlos, pudimos estar en medio de una cirugía mayor aquí, y esas no son maneras.
-Usted dispense.
-No se preocupe, ahora salga y cierre de nuevo. Ya se puede ir si quiere.
-Hasta mañana, Doctor, que descanse. Hasta luego, señora, compermiso.
-Hasta luego.
-¿En qué estábamos? Ah sí, las cervezas de Manuel.
-¿De Manuel? ¡Eso sí que no, cerveza ya es demasiado!
-Ba, be, bu.
-Flor, te voy a tener que pedir, no quería hacerlo, la verdad, pero te voy a tener que pedir que dejes de ser tan mojigata. Mira a Manuel, ¿crees que se lo merece? Hoy le prohíbes la cerveza y mañana ¿qué? Si sigues tratándolo así vas a tener que corretearlo para que no se caiga o, mejor aún, cargarlo, y ya más grandecito vas a tener que prohibirle que tenga novios.
-¡Dios no lo quiera, Doctor Manuel!
-¡Ya ves! Proyectas ese deseo enfermizo por tu hijo en mí. ¡Dios me libre de tu yugo, Flor! Debería darte mucho miedo.
-¿Qué puedo hacer, Doctor Miguel? No quiero que mi hijo se...
-¿Se haga homosexual, Flor? ¡Dilo, dilo, homosexual!
-¡No, eso jamás! ¿Qué puedo hacer?
-Aá
-Puedes darme el beso más pedagógicamente correcto que jamás has dado, pero apúrate si que aún tiene sentido. Por tu hijo. Y tú, Manuel, míranos de cerca, hazlo por tu propio bien.
-Ca, bobó
-Pero nada más un besito, porque así como lo ves tiene papá.
-Y yo señora, pero esto es por tu hijo y su educación moral. Mira a tu hijo mmm crecer mmmás sano que todos los otros mmmniños.
-¡Todo lo que una tiene que hacer por su hijo!

viernes, 27 de febrero de 2009

Palabras sucesivas


"Por más alta que sea una montaña, no sobrepasa su propia cúspide."
Roberto Fontanarrosa

Quiero pensar que no soy el primero en contestar directamente al señor Fontanarrosa, porque me resultaría agradable pensar en la cantidad de gente aludida, provocada y encausada a hacerlo por medio de los recursos más bajos, en esa gente capaz de responder por sí misma a tal escrito. Por supuesto, el argentino menciona reiteradamente a lo largo de su texto tal intención provocativa, incluso solicita al lector no esperar ética alguna y lo finaliza con una suposición de lo más pretenciosa. Además, a su texto Palabras iniciales pareciera circunscribirse un mundo vil, lleno de competitividad, de imposición ante el otro, de deseos por anteponerse histórica y canónicamente a los demás escritores usando sus libros. Y es verdad que casi todos estos elementos abundan en ese mundo real al que se refiere cuando habla de la grúa llevándose el auto o el regaño de una mujer a su marido. Supuestos veraces. Todos.
Sin embargo, lo que llama la atención al terminar de leer el texto no es la cantidad de elementos que toma en cuenta para argumentar lo que sea que argumente de manera concreta, sino los recursos estilísticos, las licencias tomadas por el autor que se sabe autor, la soberbia -que aun conociendo el trasfondo humorístico del personaje que fue Fontanarrosa resulta pedante mas que satírica-.
Muchos han sido los falsos modestos que han llenado el mostrador de las librerías. Si no es Woody Allen, es Monsiváis. Eso no importa, la crítica que se menciona y termina sin resaltar uno de los puntos importantes del texto es, más bien, la del escritor inmerso en un mercado. En el momento en que afirma “El lector no es mi amigo. El lector es alguien que le debe comprar el pan a mis hijos leyendo mis libros.” podemos esperar un producto más que literatura; un best-seller salidito del horno con la receta de siempre:

* Cuento exitoso
Rinde 1 porción
Ingredientes:
1 Pluma
1 Hoja o las que se requieran para el cometido
1 Personaje principal en un conflicto inmediato o con una historia que contar
1 o 2 Enseñanzas morales (1)
Lenguaje coloquial, frases ingeniosas, chistes prefabricados(2) y ofensas al gusto (del mercado, por supuesto)
1 Final abrupto y cerrado (por eso de la sorpresa)
Autocrítica y autorreferencialidad al (propio) gusto
Preparación:
Una vez extendido el papel, tome la pluma con su mano satírica y escriba a su personaje en una situación atractiva. Todo deberá ser narrado en un lenguaje coloquial y lo más actual posible, incluso las reflexiones sesudas y la mención de sus autores predilectos. Endulce gradualmente con los chistes prefabricados, pero no se confíe de los resultados, revuelva y pruebe constantemente conforme se vayan agregando. Es preferible que los chistes estén en boca del personaje. Si a ojo de buen cubero los nota un poco forzados, está permitido que los demás personajes se rían. Alterne poco a poco las frases ingeniosas(3). Los otros personajes también pueden sorprenderse, incluso pueden alabar al principal y sus reflexiones sesudas. Por otro lado, las ofensas van muy bien al principio, después del título es uno de los mejores puntos para colocarlos, pues llamará la atención.
Ya que el personaje se halla justo en el meollo del problema o de su historia, puede hacer uso de su propia bibliografía como autor. Un nombrecito por aquí, otro por allá, disciplinas artísticas y comparaciones, etc. En este punto puede olvidarse de los chistes prefabricados y darle cabida a un par de ofensas seguidas del asombro necesario(4). Bien puede terminar su relato en este momento.
Para la presentación se recomienda usar tipo de letra Times New Roman en 12 puntos, doble espacio y justificar el texto. Los demás elementos, como el epígrafe, notas al pie, bibliografía y demás, son opcionales, junto con la autocrítica y la autorreferencialidad.

La literatura no es siempre académica, ni eternamente popular. Claro que es crítica, carnavalesca, divertida, inteligente, escrita y muchas cosas más. En todo caso, si “El lector finge. Finge erudición y, quizás, interés.” lo propiciamos con el texto. Si no podemos esperar un “lucha limpia“, es por lo determinante que es el mercado. Adjudicarse esto como decisión propia es mera soberbia, del mismo modo que sería adjudicarme la iniciativa de la primer respuesta.
Una de las observaciones más desagradables que se muestran, aparte de la pedantería ya mencionada, son las categorías en que encierra tanto al escritor como al lector, llamados maricones, poco viriles o indignos, aleatoria y arbitrariamente. Juicios de valor evaden la sugerencia para presentarse como un intento de ruptura injustificado. ¿Que hace “mierda pura” al inicio de Cien años de soledad, la mera autoridad moral y crítica que se confiere el autor a sí mismo? Pretensiones pueriles. Todas
.
Notas:

1] Éstas las puede encontrar en su propia familia. De ser necesario, puede recurrirse a programas de televisión abierta o a la cartelera cinematográfica infantil del verano.
2] Parece increíble, pero también los podemos encontrar en la televisión.
3] Siempre es conveniente anotar estas frases en el momento en que se le ocurran. Para ello recomendamos llevar consigo una libreta y una pluma.
4] Habrá ocasiones en que deberá reforzar la sorpresa con sus personajes. El público puede ser exigente.

lunes, 2 de febrero de 2009

Bitácora

"Ya ves que para el mar no hay distancias"
Anónimo
Hoy no quiero hablar del mar. Si algo quiero hacer hoy es escribir un texto que no tenga que ver con su epígrafe para pensar que existe una cosa sin sentido, aunque sea de manera virtual. Ya sé, podrá decirme cualquier persona, y acertar, que si no hablo de él y lo pongo justo en la parte más alta del texto y alineado a la derecha como un epígrafe muy bien portado, algún sentido deberá que tener (cualquier acto en sí es un mensaje). Me dirá también que no es posible destrozar la causa primera de las cosas en un arrebato caprichoso lleno de ignorancia. ¡Ya está bueno! ¡Ya tuve suficiente de sus argumentos! Vamos a hacer una cosa:
1.- Olvidémonos del epígrafe que está colocado en donde debe ir el epígrafe.
2.- Coloquemos ese mismo texto aqui bajo:
"Ya ves que para el mar no hay distancias"
Anónimo
3.-Ya no quiero que sea un epígrafe. Si lo ponemos ahí donde está, ha dejado de serlo.
4.- ¡Carajo! Ahora he construido una cita que no me sirve para nada. Bueno sí sirve, ya dejó de ser epígrafe. A veces las cosas sirven para que una cosa pase a ser otra (por ejemplo un castigo ayudado por la costumbre o la libertad de expresión ayudada por la televisión).
5.- He construido un método desepígrafizador. Tomen nota:
a)Tome un texto cualquiera e insértelo en la parte superir de su hoja alineado a la derecha y por debajo del título.
b)Esfuércese en quitarle todo sentido a su texto en relación con su protodesepigrafizado fragmento de texto. Hago hincapié en esto: todo sentido. Hable de algo ajeno al tema; trate de no ejemplificar nada con él; no efatice argumento alguno; de ser posible, póngalo en otro idioma para que carezca de sentido a los más. Y por último:
c) En caso de que no funcione, pensemos en esto: El epígrafe significa algo y contiene un texto DIFERENTE del hallado en el cuerpo restante de texto. Por lo que propongo este método radical:
"Ya ves que para el mar no hay distancias"
Anónimo

"Ya ves que para el mar no hay distancias" Anónimo "Ya ves que para el mar no hay distancias" Anónimo "Ya ves que para el mar no hay distancias" Anónimo "Ya ves que para el mar no hay distancias" Anónimo "Ya ves quepara el mar no hay distancias" Anónimo "Ya ves que para el mar no hay distancias" Anónimo "Ya ves que para el mar no hay distancias" Anónimo "Ya ves que para el mar no hay distancias" Anónimo "Ya ves que para el mar no hay distancias" Anónimo. "Ya ves que para el mr no hay distancias" Anónimo. Afectuosamente,

"Ya ves que para el mar no hay distancias"

Anónimo.


Lo hemos conseguido: derrocamos al epígrafe. En la siguiente entrega de "Bitácora" atentaremos contra la dedicatoria. Afectuosamente,
"Ya ves que para el mar no hay distancias"
Anónimo

domingo, 1 de febrero de 2009

Palíndromos propios y ajenos (se actualizará pronto)

Propios:

Amar, deseo ese drama 

***

A la roña añórala

***
 
Hada: láteles alada ya, háblale a mayo. ámale, él ama. Hoy ama el alba allá. Dala. Sé letal, Hada.

***
 
O de como cedo
a coral la roca
la nota a la amada dama atonal

***

Ajenos:

Asirnos a la luna anula la sonrisa (Chewbeto)

***

Acá Cela vale caca

***

Anita la gorda lagartona no traga la droga latina (Sabiduría popular)

***
Oì corolas, reza ser sal o rocío (Denisse Navarro)

***

Ódiola (Natalia bonita): ¡Odín atrone tan urna-toro, oro tan runa! Tenor tan ido a tí no baila tan al oído. (Alfonso Montoya)

***

Odio la luz azul al oído (Rubén Bonifaz Nuño)

***

Roma ni se conoce sin oro ni se conoce sin amor

sábado, 31 de enero de 2009

Un día largo

Jaime, niño de profesión, había despertado temprano y su jovialidad era notoriamente contagiosa. Sin embargo, su sonrisa hoy se le dibujaba por razones distintas a las habituales. No era el señor Sol iluminando a la ciudad con precisión y alegría lo que le echaba a andar las endorfinas, ni la tibieza de su lecho, que abandonaba puntualmente al amanecer. Era algo que no pudo notar desde la primera vez que despegó sus párpados. Y no pudo porque, a diferencia de otros días, despertó bocabajo con las cobijas sobre su cabeza y un chiflón colándose por entre sus ropajes nocturnos haciéndole cosquillas. Cosa rara, pensó al instante, siempre amanezco boca arriba y tapado hasta el pecho, como se me enseñó para no resfriarme, esto es un desorden. Pero al voltear para incorporarse, se percató extrañado de que el techo sobre su cabeza había desaparecido de la noche a la mañana, sin llevarse las paredes y dejando una carta al lado de su cama que le desdibujó su alegre mueca.
Querido Jaime,
Lamento haber partido tan de sorpresa. No era esta la manera que tenía pensada para decirte las cosas, pero no me quedó más remedio. Me he ido con el Sr. Mistral a encontrarme en algún lugar del Mediterráneo, pues, según me dijo, los techos allá, aparte de guarecer a la gente, regulan su temperatura para entibiar durante el frío y calentar cuando el fresco se hace demasiado. En verdad estoy intrigado con esta técnica europea, quizás pueda regresar siendo el mejor de los techos posibles. No te preocupes por mí; regresaré pronto.
Tuyo,
tu techo.
Pinche feo, musitó en el acto el desdichado. Con la sorpresa todavía en las rodillas, deambuló largo rato alrededor de su cama pensando en una solución, porque una buena caminata siempre es buena para pensar con claridad. Imaginó entonces la posibilidad de seguirlo hasta el viejo mar de comerciantes, pero al poco rato se respondió que él no tenía al Sr. Mistral de su lado, a ese ladrón de techos, para impulsarse de un gigantesco brinco hasta la costa de Libia o Italia... o ¿Siria? ¿España?. ¿Dónde iba a buscarlo? ni siquiera sabía de qué lado del Mediterráneo podría estar. Y un techo tan inteligente como él, que escribe caras de despedida, se puede esconder fácilmente.
Pero una idea le golpeó de súbito en la cabeza y gritó "Compraré uno nuevo".
Con la decisión hecha y la voluntad en las pisadas emprendió el camino hasta la agencia de bienes raíces más cercana, donde una mujer sonriente vestida muy elegante y con rayos deslumbrantes en la cabellera le recibió cortésmente.
-- Buenos días. He perdido mi techo y quiero uno nuevo -dijo con severidad el pequeño Jaime.
-- Me parece perfecto que sepa lo que quiere, joven. Hoy nos han llegado los documentos de tres nuevas residencias en esta zona.
-- No, no me entendió. No quiero una casa, quiero nada más el techo, el puro techo.
-- Pero aquí no vendemos techos, vendemos casas o departamentos, yo no puedo venderle a usted un techo nada más. ¿Quién me querría comprar una casa destechada?
-- Alguien que tenga un techo sin casa, por supuesto --respondió con lógica aplastante el pequeño.
-- Bueno, claro, pero eso no es normal, la gente compra casas con techos para no tener que hacer dos compras. Por eso aquí la vendemos completas. Siento no poder ayudarle.
-- Y entonces, señorita ¿podría indicarme la dirección que debo seguir?
-- Eso depende de adónde quiera llegar.
-- No me importa adónde... -- empezó a decir Jaime.
-- En ese caso, tampoco importa la dirección que tome --contestó la señorita.
-- ... con tal de encontrar un techo --acabó de decir Jaime.
-- Eso es fácil, no tienes más que ir con un albañil.
Todo se aclaró de repente. ¿Cómo no se le había ocurrido mandar a hacer su techo? Uno nuevo y fiel que no se vaya con el primer viento que se cruce en su camino; uno incluso más resistente que lo proteja de todo.
Con fuerzas renovadas se dirigió rápidamente a ver Pedro, el albañil más habilidoso de su colonia. Al llegar a su casa , encontró a Pedro levantado algunos muros para no perder la práctica.
-- Buenas tardes – Jaime miró su reloj que le decía con una sonrisa "ya es tarde"-, sí, buenas tardes. Me preguntaba si usted podría ayudarme a construir un techo para mi casa.
-- Por supuesto, hijo, dame un segundo para derribar estos muros de entrenamiento y me dices todo lo que necesitas.
Así que Pedro, con unos cuantos golpes de su poderosa mano, derribó las paredes frente a los ojos del pequeño que miró sorprendido la hazaña.
-- Bien, hijo, dime qué necesitas –dijo mientras se sacudía el polvo de la ropa.
-- Un techo, pero uno fuerte y fiel en el que pueda confiar y , si es posible, un poco tonto, que no sepa escribir -y de pronto Jaime pudo ver como las palabras del señor comenzaron a tomar una forma extraña que lo dejó sin habla.
-- Muy bien. Vamos a necesitar las vigas más resistentes que tenga a la mano, porque supongo que es para hoy mismo ¿no es así, hijo? Y un techo no se construye con los materiales frágiles con los que se puede construir, por ejemplo, una cama o un buró en el el que puedes poner algunos libros y el periódico. No, hijo, necesitamos tener buena madera que esté a la mano, y eso es justo lo que tengo aquí: buena madera para hacer techos magníficos como el que tú necesitas, hijo. Y para eso tenemos que echar a andar este trabajo, pero ya, al instante sino puede ser que no lo haya terminado para las 9 de la noche y tendrías que pasar frío. Y no queremos eso, no señor, no lo queremos. Pero no te voy a engañar de ningún modo: esto no es precisamente barato, y si un problema tenemos que resolver a la voz de ya es el del varo, hijo, esto no puede hacerse así nada más, necesitamos incentivos; tú para para incentivarme a mí, y yo para estar incentivado, no sé si me doy a entender, hijo, no lo sé. Este tipo de trabajos que son de carácter urgente se resuelven a tiempo con dinero porque hay que pagarle a las manos que trabajan, o no trabajan. No es algo que podamos resolver, lo de tu techo, a menos de que haya una buena cantidad de dinero de por medio. Hay que llevar todos los materiales hasta tu casa entre tres o cuatro trabajadores al menos eso sin contar los gastos de...
Pedro aun no terminaba de hablar cuando Jaime ya había salido caminando del lugar con la cabeza gacha, un poco decepcionado por lo difícil que se había tornado conseguir un techo en estos días. Y nada más de imaginar como pasaría la noche desprotegido del frío su puso a temblar de los pies a la quijada y se abrazó a sí mismo.
Sin saber todavía como resolver el problema caminó por la ciudad gritando "techito, techito, ven techito, techito" mientras pensaba una solución un poco más sensata y se hacía más tarde, hasta que llegó a un parque muy extenso y tomó asiento en una de las bancas cerca de los juegos, donde siguió diciendo con voz suave "techito, techito, ven techito, techito".
-- Si dime -contestó alguien por fin.
Jaime no supo que hacer al principio, nunca había escuchado la voz de su techo y no había pensado en cómo reaccionaría si le contestaban, así que brincó de su asiento sorprendido y comenzó a buscar de donde provenía la voz.
-- ¿Techito? -preguntó con cierto miedo hacía un arbusto.
-- Cáspita, creo que me he confundido. ¿No gritabas “Tachito, Tachito, ven Tachito, Tachito”? -respondió una voz rasposa y con olor a mezcal tras el arbusto, pero Jaime no pudo distinguirlo con tan poca luz.
-- No señor, gritaba “techito”, con “e” y sin mayúscula.
-- techito ¿eh? has perdido tu techo, ¿es eso?
-- Sí señor. Y como no pudieron venderme uno solo y construirlo era muy caro, preferí llamarlo, a ver si me escuchaba y podíamos arreglarnos de alguna manera. Ya no se me ocurre que más hacer, tal vez regrese a mi casa mmm... A mis paredes y duerma muy bien tapado hoy para evitar un resfriado.
-- La vida no es tan dura sin un techo cuando tienes paredes. Nada más te das cuenta de lo amplio que es el mundo, aunque con asomarte por la ventana basta para notarlo. No perdería mi techo, si tuviera uno, para aprender eso.
-- Bueno, no lo perdí, mejor dicho, se fue y me dejó una carta diciéndome que no me preocupara y que regresaría pronto.
-- Y has salido a buscar un techo nuevo.
-- Así es.
-- ¿Y eso te parece lo mejor que pudiste hacer, buscar un sustituto inmediatamente para alguien que te dijo que regresaría pronto?
-- No quiero pasar frío hoy por la noche.
-- Ni yo.
Ya era tarde y Jaime pensó que sería bueno regresar a casa. Así que dejó su chamarra sobre el arbusto y se despidió de Tachito "Adiós, Tachito", le dijo agradecido y "Adiós, ojalá vuelva pronto" le contestó la voz rasposa ya sin frío.