viernes, 5 de marzo de 2010

Sin título por ahora

Caiga o no esa lluvia que nos purifica,
toma tu dedo mas juicioso
y apunta desde tu ventana
hacia la cordura;
pormenorízala,
pulverízala,
que poco nos sirve ahora,
pero conserva el dedo, hermano.

Caiga o no esa luz amarga sobre el cementerio
que yace detrás de todos nosotros,
empuña tu más preciado vicio
y erige con él un bello cerco,
que lo salvaguarde,
justo entre tu vida y tu recelo,
luego nómbralo,
quizá te haga falta un día, hermano.

Caiga o no el mundo entero sobre sus rodillas viejas,
caiga o no con todo hermano nuestro,
caiga sólo desolado y triste o no,
caiga o no marchito de tanto incendio estéril,
tómalo del pellejo y señálale con ese dedo
aquel bello cerco, hermano.

Quizá haga falta un día
que nos una la incertidumbre
y no el olvido.