martes, 5 de abril de 2011

Fíjese, oficial

Pues los vecinos dicen que nunca dio indicios ni motivos, que de buenas a primeras, ¡pam!, unas llamas de más de dos metros de altura se vieron desde casi cualquier casa alrededor del parque, desde cualquiera de los juegos, desde la banqueta y, a pesar de los árboles que rodean la explanada, imagínese nomás. También se pudo ver desde la miscelánea de la viejecita, esa loca que siempre despide a sus clientes con una sonrisa horrible por eso de su dentadura, así, toda nicotinada y chueca, bueno, menos ahora que vio esa llama altísima y, por primera y única vez, le pidió amablemente a todos que salieran hacia allá, con otra sonrisa más honesta pero con el mismo color azufre.

Yo sé porque siempre compro ahí, de hecho estaba comprando ahí hace rato que pasó, y nunca me atiende con gusto esa señora y, lo que sea de cada quien, uno tiene que andarse aguantando porque ahí siempre huele chistoso, ya la conozco, desde el año pasado que empecé a ir con ella. La verdad no me siento muy cómoda, pero ya ni modo. Y, bueno, le decía que además un clarito diosaydios se repetía y se alargaba, y si no, se escuchaba un porfavormujerporfavor más largo todavía y feo, feo, doloroso, doloroso, y eso juntó a tantos chismosos como Dios -enelnombredelpadredelhijoydelespíritusanto-, una mujer y algo de fuego pueden juntar a curiosos y bomberos.

No, ella ya se fue desde hace rato, y qué bueno, porque le molesta mucho que rece. Me dice farsante, impostora.

Pues esos buenos dos minutos bastante escandalosos no pasaron desapercibidos, más bien trajeron varios mirones y fíjese que, aunque las sirenas de los policías ni siquiera estaban a punto de aparecer, los bomberos ya estaban paraditos, inmóviles, en la explanada, mirando cómo se terminaba de quemar el pobre hombre después de semejantes alaridos: con la quijada abierta, todo calcinado. Pero eso ha de ser porque los bomberos están aquí del otro lado del parque.

¿Su mujer? Desde que llegamos estuvo sentada en esa banca con un crucifijo en las manos, la doscaras.

No sé si fue que nos sorprendió la duración del fuego o que nos dio asco a todos, pero algo nos hizo permanecer como piedras con ojos por más de media hora, mirando cómo el fuego se extinguía poco a poco y las plegarias mudas de la seño se iban con el humo apestoso que salía de su ex marido; pero ella continuaba mirándolo, sin fijarse en nosotros y, de vez en vez besaba su cruz y seguía moviendo la boca con mucha discreción, como si le confesara algo a su pequeño Jesús, la hipócrita esa.

¿No le estoy diciendo que nadie hizo nada?

Claro que unos cuantos se acercaron a verla y, si recuerdo bien, no duraron más de unos segundos de pie porque la señora miraba a través de ellos, buscando el fuego con los ojos, como si las llamas le estuvieran hablando y, bueno, nadie soportó esa mirada confundida que no sabía cómo pedirle perdón a un crucifijo, que necesitaba, mire nada más, a Dios de carne y hueso para, a lo mejor, fíjese bien, a lo mejor, rogarle por la salvación de ambos, de ella y de lo que quedaba de él, pobre tonta. Bueno ahí estaba todavía la viejecita, ella se quedó al lado del cuerpo hasta que se apagó el fuego porque conocía al señor, ya le había hablado tanto de él doña Matilde.

Pues la del crucifijo, oficial, la rogona.

No, ella nunca fue violenta, agresiva, no señor, nunca; pero él sí, una que otra vez, o bueno, dos que tres, ya sabe, hasta que la muerte los separe y con eso de que unos golpecitos no matan a nadie, usted sabrá, oficial.

Viven aquí a la vuelta, bueno vive la seño, que Dios la cuide, ahí en el 23, pero no creo que haya sido premeditado como dice, además ¿cree que ella iba a poder traerlo hasta acá solita y contra su voluntad?, no, no.

Fíjese que yo la entiendo, yo también soy viuda por mérito propio.

No, no se crea, pero sí se me murió mi Tito hace un año y no podía dejar de verlo con esos mismitos ojos de adóndevas, pero yo nunca dije eso de perdóname ni déjameaquí ni mucho menos lo maté, porque ya sabía que esas cosas pasan aquí y ya no podía yo hacer nada, bueno ella tampoco, fue un accidente.

También quemado ahí en la plaza.

No, no creo que sea un asesino ni varios, esas cosas pasan por aquí muy seguido y nadie se ha quejado. Así es por acá. Nada más este año ya van como trece y ni uno ha sido denunciado, ni uno. Y si los denunciaran, uy.

No, pues, sería un notición, ¿no?

Digo, lo que pasa es que todos son, bueno, somos muy creyentes. Mire, por ejemplo, el bombero ese que no se ha movido, Jacinto se llama, bueno, ese perdió a su esposa en enero del año pasado, también así, como nosotras perdimos a nuestros maridos, yo un par de meses después –padreDiostodopoderosoquequitaselpecadodelmundo- y pues la seño también, nomás véala como está rezándole con todo al jesucito, la hipócrita esa, víbora doscarasperdónalos, señor-, él también tiene su altarcito para pedir por su mujer. Fíjese que, hasta eso, los bomberos respetan, ninguno apaga el fuego antes de que se muera el chamuscado, tienen miedo de que se la cobren con ellos, ese fuego no es de humanos, oficial. Aparte ya le dije que fue un accidente.

Que sí, fue un accidente, eso le pasa por pedir cosas a la ligera. Véala nomás, oficial, toda arrepentida, con su crucifijo ese en las manos y su déjameaquí, perdóname, nomás vio como nos acercábamos todos y perdóname, perdóname, la hipócrita esa.